(empieza en http://pensamientosdeuntiporaro.blogspot.com/2009/11/otra-cita-de-dick-que-podria-dar-un.html )
Para exorcizarlo decidí escribir sobre él, y la verdad es que conseguí lo que pretendía. Pero ahora sabía que había visto al maligno en persona, y de vez en cuando comentaba: "El maligno tiene un rostro de metal". Si quereis verlo con vuestros propios ojos, mirad las fotografías de las máscaras de guerra de los griegos áticos. Cuando los hombres desean inspirar miedo y matar se ponen rostros de metal como estos. Los caballeros cristianos a los que combatió Alexander Nevsky lleavaban máscaras cómo éstas. Todos tenían el mismo aspecto. Yo no había visto Nevsky cuando escribí Los tres estigmas, pero la vi más adelante, y cuando lo hice volví a ver aquella cosa colgada del firmamento, igual que en 1963, la cosa en la que se había transformado mi padre cuando yo era niño.
Así que Los tres estigmas es una novela que surgió de un profundo miedo atávico, un miedo que se remonta a mi infancia, relacionado sin duda con la tristeza y la soledad que sentí cuando mi padre nos abandonó. En la novela, mi padre aparece como Palmer Eldritch (el malvado padre, la criatura diabólica de la máscara) y también como Leo Bulero, el hombre delicado, gruñón, cálido, humano y lleno de amor. La novela surgió de la más intensa angustia que se pueda imaginar. En 1963 yo estaba viviendo de nuevo el aislamiento original que se había abatido sobre mi al perder a mi padre, y el horror y el miedo que transmite no son sentimientos ficticios concebidos para captar el interés del lector. Provenían de las regiones más profundas de mi interior: el anhelo de un buen padre y el miedo del malvado, el padre que me abandonó.
En el relato Los días de Perky Pat encontré un vehículo que podía transformar en base temática para la novela que quería escribir. Perky Pat es la criatura eternamente sugerente y bella, das ewige Weiblichkeit, "el eterno fememenino", como lo definió Goethe. El aislamiento generó la novela y el anhelo generó el relato, de modo que la novela es una mezcla de miedo al abandono y fantasía, la de una mujer hermosa que te espera..., en alguna parte, conocida solo por Dios. Aún tengo que averiguarlo. Pero una cosa puedo decir: si estás solo un día tras otro, delante de tu máquina de escribir, hilvanando relato tras relato sin nadie con quien hablar y sin nadie con quien pasar el rato a pesar de tener, teóricamente, una mujer y cuatro hijas, de cuya casa has sido expulsado, desterrado a una cabaña de una sola habitación, tan fría que en invierno la tinta se congela en el tintero, acabarás escribiendo sobre caras metálicas con ranuras en lugar de ojos y sobre cálidas jovencitas. Es lo que yo hice. Y lo que aún sigo haciendo.
Los tres estigmas recibió una acogida diversa. En Reino Unido algunos críticos la describieron como una blasfemia. Terry Carr, mi agente en Scott Meredith en aquella época, me dijo: "Esta novela es una locura", aunque finalmente acabó por cambiar de opinión. Otros la definieron como una novela muy profunda. Para mí era simplemente aterradora. Me daba tanto miedo que no fui capaz de leer las galeradas. Es una siniestra travesía al reino de lo místico, lo sobrenatural y lo totalmente malvado, tal como lo concebía yo por entonces. Digamos que me gustaría que Perky pat se presentara en mi puerta, pero me da pánico la posibilidad de que, cuando vaya a abrir la puerta, sea Palmer Eldritch y no ella quien ha llamado. De hecho, para ser sincero, ninguno de los dos ha aparecido en mi puerta en los diecisiete años transcurridos desde que escribí la novela. Imagino que la vida es así: nunca llega a suceder lo que más temes, pero tampoco lo que más anhelas. Ésa es la diferencia entre la vida y la ficción. Supongo que no está mal que sea así. Pero tampoco estoy seguro. (1979)"
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