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lunes, 20 de diciembre de 2010
Epi y Blas [ReFlogged]
(Artículo, polémico, publicado originalmente en Fotolog el 14-I-08)
Todos los conocemos. Epi es el naranja y Blas el amarillo. Me gustaban mucho de pequeño y, bueno... Los he redescubierto de adulto viendo "Juega conmigo sésamo" con mi hermana pequeña. Sus sketches son de los más adultos del programa, y a veces incluso me hacen reir! Eso se agradece cuando tienes que tragarte una hora de muñecos que, por mucho que me gusten visualmente los teleñecos (y me encantan), acaba siendo aburrida...
Resulta que Epi y Blas comparten piso... Y el imaginario popular ha decidido que son una pareja gay. No voy a intentar dar pruebas a favor ni en contra, aunque creo que Blas es demasiado soso como para sentir atracción por nadie, pero hay algo que me llama la atención sobre estas representaciones paródicas de Epi y Blas como gays... Blas es siempre un personaje dominante, a veces incuso maltratador o muy agresivo. ¿Es que, para parodiar, no se han mirado nunca los sketches originales? Blas es un ser soso que encuentra placer en temas como los desayunos, las palomas, los clips para papel o las cenefas. Un personaje sin iniciativa que, o rechaza el contacto humano (cuando está ocupado) o depende de los demás, buscando su aprovación o siguiendoles el juego. Es más, Blas es bastante limitado intelectualmente, comparado con su compadre Epi, por mucho que sus gustos grises y aburridos hagan que parezca más adulto. Pero quizás este sea el elemento que hace que lo representen como dominante... Parece más adulto y, bueno, tiene mucho vello facial, un portentoso unicejo, que frunce a menudo mostrando expresiones de agresividad o enfado que muy poco teleñecos son capaces de mostrar.
Por otro lado, Epi es agradable y habla entre susurros, no tiene la medio estridente- medio nasal voz de su amigo Blas, y es siempre amable y simpático. Y también es, cuando le conviene, un manipulador y un egoista, haciendo que Blas haga el trabajo sucio (aguantar las cosas pesadas cuando explica la diferencia entre pesado / ligero) o ignorándole para salirse con la suya. Además, le gusta mostrar este poder sobre Blas, haciendo largos juegos como el de adivinar partes del cuerpo cubriendolas con calcetines o no dejar que Blas lea un libro por tocar la batería, obligarlo a imitar ritmos y, al ver qu elo consigue ir haciendolos cad avez más complicados hasta hacer uno imposible... que consigue imitar. En ese momento, Epi deja la batería... Lo que quería era molestar a su amigo.
Por otro lado, sí que son amigos, Epi no pude dormir "si Blas no está". Pero sus personalidades son claramente las opuestas a las de las parodias...
Una escena de cama entre Epi y Blas sería:
(Epi y Blas, en la cama. Blas lee un libro)
Epi: Blas, acércate...
Blas: No, Epi, estoy leyendo este libro sobre líneas rectas.
Epi: Venga, será muy divertido.
Blas: ¡No, Epi, déjame leer!
Epi: Mira, lo primero que haremos será esto.
Blas: ¡Aparta! ¡Te he dicho que no!
Epi: ¿Quieres jugar?
Blas: ¡Quiero leer mi libro!
Epi:¿Haremos como que te resistes, vale?
Blas: ¡Para ahora mismo! ¡Déjame!
Epi: Lo haces muy bien, Blas. Parece que te estés resistiendo de verdad.
(Blas sigue quejandose y Epi lo ignora.)
Blas: ¡Que pares! ¡Te he dicho que no quiero jugar!
(Finalmente, Epi termina)
Epi: Oh, qué pena. Ahora te tocaba a ti, pero si no quieres jugar...
Blas: No, espera, ahora que ya estabamos...
(Epi se da la vuelta y se cubre con la manta)
Epi: Buenas noches Blas, hasta mañana.
Blas: ¡Epi! (Le da un emujón, para despertarlo) ¡Epi, despierta!
(Blas mira a la camara y suspira, exasperado. Fin del Sketch.)
Así que ya lo sabeis. No os fieis de los muñecos naranjas y de aspecto inocente.
Se despide, aburrido a media tarde, Carlo Gallucci
miércoles, 8 de diciembre de 2010
Short dick man [ReFaced]
jueves, 22 de julio de 2010
Curial e Güelfa
Las sabias palabras del siglo XV, de autor anónimo, que abren la novela "Curial e Güelfa":
"¡O quant és gran lo perill, quantes són les sol·licituds e les congoixes a aquells qui es treballen en amor! Car, posat que alguns amats per la fortuna, aprés d'infinits infortunis, sien arribats al port per ells desijat, tants emperó son aquells que raonablement se'n dolen, que anvides pusc creure que entre mil desaventurats se'n tròpia un que hage amenada la sua causa a gloriosa fi. E si ab dret juí serà esguardat lo cas següent, jatsia que seran molts aquells qui diran que ells voldrien que així els prengués de les sues amors, emperò, sabent la certenitat de les penes de les quals aquella dolçor amarga és tota plena, e no havent certenitat de la fi si serà pròspera o adversa, se deurien molt guardar de metre's en aquest amorós ans dolorós camí."
"¡O quant és gran lo perill, quantes són les sol·licituds e les congoixes a aquells qui es treballen en amor! Car, posat que alguns amats per la fortuna, aprés d'infinits infortunis, sien arribats al port per ells desijat, tants emperó son aquells que raonablement se'n dolen, que anvides pusc creure que entre mil desaventurats se'n tròpia un que hage amenada la sua causa a gloriosa fi. E si ab dret juí serà esguardat lo cas següent, jatsia que seran molts aquells qui diran que ells voldrien que així els prengués de les sues amors, emperò, sabent la certenitat de les penes de les quals aquella dolçor amarga és tota plena, e no havent certenitat de la fi si serà pròspera o adversa, se deurien molt guardar de metre's en aquest amorós ans dolorós camí."
lunes, 17 de mayo de 2010
Conviene adaptar a Philip K. Dick
Una especie de falacia que ha protagonizado DOS de los trabajos que he presentado en el Master...
Aquí, la versión sintética (y peor redactada):
Conviene adaptar a Philip K. Dick al cine. Y no porque sea uno de los escritores de ciencia ficción más importantes del siglo pasado, base de aclamados filmes como Blade Runner, ni porque de algunas de sus obras hayan sido grandes éxitos de taquilla, como Desafío Total o Minority Report. El primer motivo aboga solamente al “prestigio” de una obra adaptada, ya sea por sí misma o gracias a una fuente de la que mana la “categoría”, y el segundo al aparato industrial, económico, indispensable para que se haga cine. Son parciales y, aunque pueden animar a un productor, limitados. El motivo para adaptar a Philip K. Dick es completo.
¿Qué es la adaptación? Según José Luis Sánchez Noriega en su libro De la literatura al cine, se trata del “proceso por el que un relato (…) deviene mediante sucesivas transformaciones en la estructura, en el contenido narrativo y en la puesta en imágenes otro relato muy similar expresado en forma de texto fílmico”. Pero este proceso es aplicable a cualquier relato. ¿Qué es lo que hace que los de Philip K. Dick sean preferibles?
La clave se encuentra en lo que es la buena adaptación. ¿Según qué criterio? Huyendo de la fidelidad como regla mágica, algunos autores ofrecen ideas mucho más interesantes. Dudley Andrew, cuando dice que “toda película (…) adapta una concepción anterior (…) [Pero la] adaptación delimita la representación insistiendo en el estatus cultural del modelo”, abre una puerta magnífica: La adaptación y la “creación” son lo mismo, en ambos casos se adaptan contenidos anteriores, pero en un caso se hace de forma natural y en el otro explicitando el referente en el que se basa. Hace falta pensar poco para darse cuenta de lo que ello implica: La buena adaptación será la obra que, sin “traicionar” la fuente, tenga calidad por sí misma. La obra que funcione, que tenga calidad y en la que se respire la marca de su autor.
¿Qué ofrece Philip K. Dick en este campo?
Citaré solamente a Thomas M. Disch. “Dick tenía grandes ideas, (…) pero no se le aplaude por la exquisitez de su estilo (…) [que] muchas veces es tan cojo como Quasimodo” aunque “las carencias estilísticas de Dick podrían convertirse en virtudes para sus colegas puesto que, con mucha frecuencia, les permite coger el balón donde a él se le cayó de las manos y culminar la carrera con un ensayo.”
¿No está ya todo dicho? Recordemos, pese a todo, a Hitchcock conversando con Truffaut. El genio británico explicaba que solamente tiene sentido adaptar obras “incompletas”, que no han adquirido su forma definitiva, quedándose con la idea y olvidándose de lo imperfecto. Y Philip K. Dick tiene ideas estupendas pero un estilo cojo. Sus obras son el material perfecto para ser adaptado, según los criterios ya mencionados, puesto que tienen un prestigio que empapa el producto final y ofrecen todas las facilidades para que un autor pueda tomarlas, quedarse con sus buenas ideas, darles un toque personal e hilar una obra con calidad por si misma. Y si el autor es un Spielberg, asegurando el éxito económico.
Visto esto, ¿Quién puede dudar de que conviene adaptar a Philip K. Dick al cine?
Aquí, la versión sintética (y peor redactada):
Conviene adaptar a Philip K. Dick al cine. Y no porque sea uno de los escritores de ciencia ficción más importantes del siglo pasado, base de aclamados filmes como Blade Runner, ni porque de algunas de sus obras hayan sido grandes éxitos de taquilla, como Desafío Total o Minority Report. El primer motivo aboga solamente al “prestigio” de una obra adaptada, ya sea por sí misma o gracias a una fuente de la que mana la “categoría”, y el segundo al aparato industrial, económico, indispensable para que se haga cine. Son parciales y, aunque pueden animar a un productor, limitados. El motivo para adaptar a Philip K. Dick es completo.
¿Qué es la adaptación? Según José Luis Sánchez Noriega en su libro De la literatura al cine, se trata del “proceso por el que un relato (…) deviene mediante sucesivas transformaciones en la estructura, en el contenido narrativo y en la puesta en imágenes otro relato muy similar expresado en forma de texto fílmico”. Pero este proceso es aplicable a cualquier relato. ¿Qué es lo que hace que los de Philip K. Dick sean preferibles?
La clave se encuentra en lo que es la buena adaptación. ¿Según qué criterio? Huyendo de la fidelidad como regla mágica, algunos autores ofrecen ideas mucho más interesantes. Dudley Andrew, cuando dice que “toda película (…) adapta una concepción anterior (…) [Pero la] adaptación delimita la representación insistiendo en el estatus cultural del modelo”, abre una puerta magnífica: La adaptación y la “creación” son lo mismo, en ambos casos se adaptan contenidos anteriores, pero en un caso se hace de forma natural y en el otro explicitando el referente en el que se basa. Hace falta pensar poco para darse cuenta de lo que ello implica: La buena adaptación será la obra que, sin “traicionar” la fuente, tenga calidad por sí misma. La obra que funcione, que tenga calidad y en la que se respire la marca de su autor.
¿Qué ofrece Philip K. Dick en este campo?
Citaré solamente a Thomas M. Disch. “Dick tenía grandes ideas, (…) pero no se le aplaude por la exquisitez de su estilo (…) [que] muchas veces es tan cojo como Quasimodo” aunque “las carencias estilísticas de Dick podrían convertirse en virtudes para sus colegas puesto que, con mucha frecuencia, les permite coger el balón donde a él se le cayó de las manos y culminar la carrera con un ensayo.”
¿No está ya todo dicho? Recordemos, pese a todo, a Hitchcock conversando con Truffaut. El genio británico explicaba que solamente tiene sentido adaptar obras “incompletas”, que no han adquirido su forma definitiva, quedándose con la idea y olvidándose de lo imperfecto. Y Philip K. Dick tiene ideas estupendas pero un estilo cojo. Sus obras son el material perfecto para ser adaptado, según los criterios ya mencionados, puesto que tienen un prestigio que empapa el producto final y ofrecen todas las facilidades para que un autor pueda tomarlas, quedarse con sus buenas ideas, darles un toque personal e hilar una obra con calidad por si misma. Y si el autor es un Spielberg, asegurando el éxito económico.
Visto esto, ¿Quién puede dudar de que conviene adaptar a Philip K. Dick al cine?
viernes, 19 de febrero de 2010
Nueva cita Dickiana
"Si alguna vez ha existido un hombre bueno en el mundo fue Anthony Boucher. Yo lo adoraba, de veras. Solíamos reunirnos una vez a la semana para jugar al póquer. El póquer, la ópera y la literatura eran lo más importante para Tony. Le echo mucho de menos. Una noche de 1974 soñé que había accedido al otro mundo, y allí estaba Tony, esperándome para ser mi guía. Se me llenan los ojos de lágrimas cuando pienso en ese sueño. Allí estaba, pero transformado en Tony el Tigre, como en esos anuncios de cereales para el desayuno. En el sueño estaba más alegre que nunca, y yo también. Pero era un sueño; Tony Boucher ya se marchó."
martes, 24 de noviembre de 2009
Cita de "Adaptation".
Me he asustado cuando hoy, antes de ir a clase, he puesto "Adaptation", que teníamos que ver para hoy. Quién... Quién es ese Charlie Kaufman y por qué es exactamente yo?
" Do I have an original thought in my head? My bald head. Maybe if I were happier, my hair wouldn't be falling out. Life is short. I need to make the most of it. Today is the first day of the rest of my life. I'm a walking cliché. I really need to go to the doctor and have my leg checked. There's something wrong. A bump. The dentist called again. I'm way overdue. If I stop putting things off, I would be happier. All I do is sit on my fat ass. If my ass wasn't fat I would be happier. I wouldn't have to wear these shirts with the tails out all the time. Like that's fooling anyone. Fat ass. I should start jogging again. Five miles a day. Really do it this time. Maybe rock climbing. I need to turn my life around. What do I need to do? I need to fall in love. I need to have a girlfriend. I need to read more, improve myself. What if I learned Russian or something? Or took up an instrument? I could speak Chinese. I'd be the screenwriter who speaks Chinese and plays the oboe. That would be cool. I should get my hair cut short. Stop trying to fool myself and everyone else into thinking I have a full head of hair. How pathetic is that? Just be real. Confident. Isn't that what women are attracted to? Men don't have to be attractive. But that's not true. Especially these days. Almost as much pressure on men as there is on women these days. Why should I be made to feel I have to apologize for my existence? Maybe it's my brain chemistry. Maybe that's what's wrong with me. Bad chemistry. All my problems and anxiety can be reduced to a chemical imbalance or some kind of misfiring synapses. I need to get help for that. But I'll still be ugly though. Nothing's gonna change that."
La película ya me había conquistado. "¿A ver qué hace este personaje que soy yo?"
" Do I have an original thought in my head? My bald head. Maybe if I were happier, my hair wouldn't be falling out. Life is short. I need to make the most of it. Today is the first day of the rest of my life. I'm a walking cliché. I really need to go to the doctor and have my leg checked. There's something wrong. A bump. The dentist called again. I'm way overdue. If I stop putting things off, I would be happier. All I do is sit on my fat ass. If my ass wasn't fat I would be happier. I wouldn't have to wear these shirts with the tails out all the time. Like that's fooling anyone. Fat ass. I should start jogging again. Five miles a day. Really do it this time. Maybe rock climbing. I need to turn my life around. What do I need to do? I need to fall in love. I need to have a girlfriend. I need to read more, improve myself. What if I learned Russian or something? Or took up an instrument? I could speak Chinese. I'd be the screenwriter who speaks Chinese and plays the oboe. That would be cool. I should get my hair cut short. Stop trying to fool myself and everyone else into thinking I have a full head of hair. How pathetic is that? Just be real. Confident. Isn't that what women are attracted to? Men don't have to be attractive. But that's not true. Especially these days. Almost as much pressure on men as there is on women these days. Why should I be made to feel I have to apologize for my existence? Maybe it's my brain chemistry. Maybe that's what's wrong with me. Bad chemistry. All my problems and anxiety can be reduced to a chemical imbalance or some kind of misfiring synapses. I need to get help for that. But I'll still be ugly though. Nothing's gonna change that."
La película ya me había conquistado. "¿A ver qué hace este personaje que soy yo?"
lunes, 9 de noviembre de 2009
La segunda parte de la cita de Dick.
(empieza en http://pensamientosdeuntiporaro.blogspot.com/2009/11/otra-cita-de-dick-que-podria-dar-un.html )
Para exorcizarlo decidí escribir sobre él, y la verdad es que conseguí lo que pretendía. Pero ahora sabía que había visto al maligno en persona, y de vez en cuando comentaba: "El maligno tiene un rostro de metal". Si quereis verlo con vuestros propios ojos, mirad las fotografías de las máscaras de guerra de los griegos áticos. Cuando los hombres desean inspirar miedo y matar se ponen rostros de metal como estos. Los caballeros cristianos a los que combatió Alexander Nevsky lleavaban máscaras cómo éstas. Todos tenían el mismo aspecto. Yo no había visto Nevsky cuando escribí Los tres estigmas, pero la vi más adelante, y cuando lo hice volví a ver aquella cosa colgada del firmamento, igual que en 1963, la cosa en la que se había transformado mi padre cuando yo era niño.
Así que Los tres estigmas es una novela que surgió de un profundo miedo atávico, un miedo que se remonta a mi infancia, relacionado sin duda con la tristeza y la soledad que sentí cuando mi padre nos abandonó. En la novela, mi padre aparece como Palmer Eldritch (el malvado padre, la criatura diabólica de la máscara) y también como Leo Bulero, el hombre delicado, gruñón, cálido, humano y lleno de amor. La novela surgió de la más intensa angustia que se pueda imaginar. En 1963 yo estaba viviendo de nuevo el aislamiento original que se había abatido sobre mi al perder a mi padre, y el horror y el miedo que transmite no son sentimientos ficticios concebidos para captar el interés del lector. Provenían de las regiones más profundas de mi interior: el anhelo de un buen padre y el miedo del malvado, el padre que me abandonó.
En el relato Los días de Perky Pat encontré un vehículo que podía transformar en base temática para la novela que quería escribir. Perky Pat es la criatura eternamente sugerente y bella, das ewige Weiblichkeit, "el eterno fememenino", como lo definió Goethe. El aislamiento generó la novela y el anhelo generó el relato, de modo que la novela es una mezcla de miedo al abandono y fantasía, la de una mujer hermosa que te espera..., en alguna parte, conocida solo por Dios. Aún tengo que averiguarlo. Pero una cosa puedo decir: si estás solo un día tras otro, delante de tu máquina de escribir, hilvanando relato tras relato sin nadie con quien hablar y sin nadie con quien pasar el rato a pesar de tener, teóricamente, una mujer y cuatro hijas, de cuya casa has sido expulsado, desterrado a una cabaña de una sola habitación, tan fría que en invierno la tinta se congela en el tintero, acabarás escribiendo sobre caras metálicas con ranuras en lugar de ojos y sobre cálidas jovencitas. Es lo que yo hice. Y lo que aún sigo haciendo.
Los tres estigmas recibió una acogida diversa. En Reino Unido algunos críticos la describieron como una blasfemia. Terry Carr, mi agente en Scott Meredith en aquella época, me dijo: "Esta novela es una locura", aunque finalmente acabó por cambiar de opinión. Otros la definieron como una novela muy profunda. Para mí era simplemente aterradora. Me daba tanto miedo que no fui capaz de leer las galeradas. Es una siniestra travesía al reino de lo místico, lo sobrenatural y lo totalmente malvado, tal como lo concebía yo por entonces. Digamos que me gustaría que Perky pat se presentara en mi puerta, pero me da pánico la posibilidad de que, cuando vaya a abrir la puerta, sea Palmer Eldritch y no ella quien ha llamado. De hecho, para ser sincero, ninguno de los dos ha aparecido en mi puerta en los diecisiete años transcurridos desde que escribí la novela. Imagino que la vida es así: nunca llega a suceder lo que más temes, pero tampoco lo que más anhelas. Ésa es la diferencia entre la vida y la ficción. Supongo que no está mal que sea así. Pero tampoco estoy seguro. (1979)"
Para exorcizarlo decidí escribir sobre él, y la verdad es que conseguí lo que pretendía. Pero ahora sabía que había visto al maligno en persona, y de vez en cuando comentaba: "El maligno tiene un rostro de metal". Si quereis verlo con vuestros propios ojos, mirad las fotografías de las máscaras de guerra de los griegos áticos. Cuando los hombres desean inspirar miedo y matar se ponen rostros de metal como estos. Los caballeros cristianos a los que combatió Alexander Nevsky lleavaban máscaras cómo éstas. Todos tenían el mismo aspecto. Yo no había visto Nevsky cuando escribí Los tres estigmas, pero la vi más adelante, y cuando lo hice volví a ver aquella cosa colgada del firmamento, igual que en 1963, la cosa en la que se había transformado mi padre cuando yo era niño.
Así que Los tres estigmas es una novela que surgió de un profundo miedo atávico, un miedo que se remonta a mi infancia, relacionado sin duda con la tristeza y la soledad que sentí cuando mi padre nos abandonó. En la novela, mi padre aparece como Palmer Eldritch (el malvado padre, la criatura diabólica de la máscara) y también como Leo Bulero, el hombre delicado, gruñón, cálido, humano y lleno de amor. La novela surgió de la más intensa angustia que se pueda imaginar. En 1963 yo estaba viviendo de nuevo el aislamiento original que se había abatido sobre mi al perder a mi padre, y el horror y el miedo que transmite no son sentimientos ficticios concebidos para captar el interés del lector. Provenían de las regiones más profundas de mi interior: el anhelo de un buen padre y el miedo del malvado, el padre que me abandonó.
En el relato Los días de Perky Pat encontré un vehículo que podía transformar en base temática para la novela que quería escribir. Perky Pat es la criatura eternamente sugerente y bella, das ewige Weiblichkeit, "el eterno fememenino", como lo definió Goethe. El aislamiento generó la novela y el anhelo generó el relato, de modo que la novela es una mezcla de miedo al abandono y fantasía, la de una mujer hermosa que te espera..., en alguna parte, conocida solo por Dios. Aún tengo que averiguarlo. Pero una cosa puedo decir: si estás solo un día tras otro, delante de tu máquina de escribir, hilvanando relato tras relato sin nadie con quien hablar y sin nadie con quien pasar el rato a pesar de tener, teóricamente, una mujer y cuatro hijas, de cuya casa has sido expulsado, desterrado a una cabaña de una sola habitación, tan fría que en invierno la tinta se congela en el tintero, acabarás escribiendo sobre caras metálicas con ranuras en lugar de ojos y sobre cálidas jovencitas. Es lo que yo hice. Y lo que aún sigo haciendo.
Los tres estigmas recibió una acogida diversa. En Reino Unido algunos críticos la describieron como una blasfemia. Terry Carr, mi agente en Scott Meredith en aquella época, me dijo: "Esta novela es una locura", aunque finalmente acabó por cambiar de opinión. Otros la definieron como una novela muy profunda. Para mí era simplemente aterradora. Me daba tanto miedo que no fui capaz de leer las galeradas. Es una siniestra travesía al reino de lo místico, lo sobrenatural y lo totalmente malvado, tal como lo concebía yo por entonces. Digamos que me gustaría que Perky pat se presentara en mi puerta, pero me da pánico la posibilidad de que, cuando vaya a abrir la puerta, sea Palmer Eldritch y no ella quien ha llamado. De hecho, para ser sincero, ninguno de los dos ha aparecido en mi puerta en los diecisiete años transcurridos desde que escribí la novela. Imagino que la vida es así: nunca llega a suceder lo que más temes, pero tampoco lo que más anhelas. Ésa es la diferencia entre la vida y la ficción. Supongo que no está mal que sea así. Pero tampoco estoy seguro. (1979)"
viernes, 6 de noviembre de 2009
Otra cita de Dick, que podría dar un bonito cortometraje.
"LOS DÍAS DE PERKY PAT "The Days of Perky Pat" ("In the Days of Perky Pat") [18 de abril de 1963] en Amazing, diciembre 1963.
Los días de Perky Pat se me ocurrió un día al ver a mis hijas jugando con unas barbies. Obviamente, estas muñecas anatómicamente hiperdesarrolladas no estaban diseñadas para el uso de los niños o, para ser más precisos, no deberían haberlo estado. Barbie y Ken eran dos adultos en miniatura. La idea era que había que seguir comprándoles más y más ropa a fin de que mantuvieran el tren de vida al que estaban acostumbrados. Tuve una visión en que Barbie entraba en mi dormitorio de noche y me decía "Necesito un abrigo de armiño". O, peor aún, "Eh, chicarrón, ¿Quieres hacer un viaje a Las Vegas en mi Jaguar XKE?". Me entró miedo que mi esposa me sorprendiera con Barbie y nos pegara un tiro.
La venta de Los días de Perky Pat fue muy fácil, porque en aquella época Cele Goldsmith, una de las mejores profesionales del medio, era la editora de Amazing. Avram Davidson, editor de Fantasy & Science Fiction la había rechazado, pero más tarde me contó que, de haber sabido de las muñecas Barbie, posiblemente no lo hubiese hecho. Me cuesta creer que alguien no conozca a las muñecas Barbie. A fin de cuentas, yo tenía que hacer frente a sus caros caprichos constantemente. Era tan difícil como mantener en funcionamiento mi aparato de televisión: el aparato siempre necesitaba algo, y lo mismo le pasaba a Barbie. Siempre pensé que Ken tendría que comprarse su propia ropa.
Aquella época (comienzos de los años sesenta) fue muy prolífica para mí, y algunos de mis mejores relatos y novelas datan de entonces. Mi mujer no me dejaba trabajar en casa, así que alquilé una pequeña cabaña por veinticinco dólares al mes, a la que me iba a trabajar todas las mañanas. Estaba fuera del condado. Lo único que veía durante el trayecto eran unas pocas vacas en sus pastos y mi propio rebaño de ovejas, que nunca hacían otra cosa que caminar tranquilamente detrás de los pastores. Aquella cabaña en la que me pasaba los días enteros era terriblemente solitaria. Puede que echara de menos a Barbie, que estaba en casa, con los niños. Así que es posible que Los días de Perky Pat fuera la expresión fantasiosa de mis propios deseos. Me habría encantado ver aparecer a Barbie -o a Perky Pat o a Connie Companion- en la puerta de mi cabaña.
Lo que sí apareció fue algo espantoso: la visión del rostro de Palmer Eldritch, que se convertiría en la base de la novela Los tres estigmas de Palmer Eldritch, generada por el relato de Perky Pat.
Un día estaba caminando por la acera que llevaba a mi cabaña, preparándome para hacer frente a ocho horas de escribir en un aislamiento total de la especie humana, cuando levanté la mirada hacia el cielo y vi una cara. No la vi en realidad, pero estaba allí, y no era una cara humana; era el semblante de una maldad absoluta. Ahora me doy cuenta (y creo que también lo hice en su momento) de que lo que provocó aquella visión fueron los meses de aislamiento, la privación de todo contacto humano, la ausencia, de hecho, de estímulos sensoriales... En cualquier caso, el semblante estaba allí, imposible de ignorar. Era inmenso. Ocupaba una cuarta parte del cielo. Tenía dos ranuras vacías en lugar de ojos, era metálico y cruel y, lo que es peor, era Dios.
Subí al coche y fui a mi iglesia, la episcopaliana de Saint Columbia, donde hablé con mi pastor. Tras escucharme, llegó a la conclusión de que había vislumbrado a Satán por un momento, y me dio la extremaunción. No la extremaunción final, sino una puramente curativa. No me sirvió de nada: el rostro de metal seguía en el cielo. Estuvo allí todo el día.
Años más tarde, mucho después de haber escrito Los tres estigmas de Palmer Eldritch y habérselo vendido a Doubleday (la primera vez que les vendí una de mis obras), me encontré con un retrato en un número de la revista Life. Se encontraba en un búnker de observación construido por los franceses en el Marne, durante la primera guerra mundial. Mi padre había combatido allí durnante la segunda batalla del Marne. Mi padre pertenecía al Quinto de marines, una de las primeras unidades norteamericanas que llegó a Europa para participar en aquel espantoso conflicto. Cuando yo era muy niño me enseñó su uniforme, con la máscara de gas, el equipo de filtración y todo, y me contó que, durante los ataques con gas, a los soldados les entraba el pánico cuando se saturaba el carbón de sus sistemas de filtración y algunos llegaban a arrancarse la máscara y echar a correr. Yo sentía una enorme ansiedad al escuchar esas historias. Y también al ver a mi padre jugando con su máscara y su casco. Pero lo que más me aterraba era cuando se la ponía. Su rostro desaparecía. Dejaba de ser mi padre. De hecho, dejaba de ser humano. Yo solo tenía cuatro años. Cuando mis padres se divorciaron, pasé años sin verlo. Pero su imagen con aquella máscara, fundida con los relatos de hombres con las tripas colgando, hombres destruidos por la metralla... Décadas después, en 1963, al caminar un solitario día tras otro por aquella senda campestre, sin nadie con quien hablar, sin nadie con quien estar, volví a ver aquel semblante metálico, ciego, inhumano, solo que esta vez trascendente y vasto, completamente maléfico.
Los días de Perky Pat se me ocurrió un día al ver a mis hijas jugando con unas barbies. Obviamente, estas muñecas anatómicamente hiperdesarrolladas no estaban diseñadas para el uso de los niños o, para ser más precisos, no deberían haberlo estado. Barbie y Ken eran dos adultos en miniatura. La idea era que había que seguir comprándoles más y más ropa a fin de que mantuvieran el tren de vida al que estaban acostumbrados. Tuve una visión en que Barbie entraba en mi dormitorio de noche y me decía "Necesito un abrigo de armiño". O, peor aún, "Eh, chicarrón, ¿Quieres hacer un viaje a Las Vegas en mi Jaguar XKE?". Me entró miedo que mi esposa me sorprendiera con Barbie y nos pegara un tiro.
La venta de Los días de Perky Pat fue muy fácil, porque en aquella época Cele Goldsmith, una de las mejores profesionales del medio, era la editora de Amazing. Avram Davidson, editor de Fantasy & Science Fiction la había rechazado, pero más tarde me contó que, de haber sabido de las muñecas Barbie, posiblemente no lo hubiese hecho. Me cuesta creer que alguien no conozca a las muñecas Barbie. A fin de cuentas, yo tenía que hacer frente a sus caros caprichos constantemente. Era tan difícil como mantener en funcionamiento mi aparato de televisión: el aparato siempre necesitaba algo, y lo mismo le pasaba a Barbie. Siempre pensé que Ken tendría que comprarse su propia ropa.
Aquella época (comienzos de los años sesenta) fue muy prolífica para mí, y algunos de mis mejores relatos y novelas datan de entonces. Mi mujer no me dejaba trabajar en casa, así que alquilé una pequeña cabaña por veinticinco dólares al mes, a la que me iba a trabajar todas las mañanas. Estaba fuera del condado. Lo único que veía durante el trayecto eran unas pocas vacas en sus pastos y mi propio rebaño de ovejas, que nunca hacían otra cosa que caminar tranquilamente detrás de los pastores. Aquella cabaña en la que me pasaba los días enteros era terriblemente solitaria. Puede que echara de menos a Barbie, que estaba en casa, con los niños. Así que es posible que Los días de Perky Pat fuera la expresión fantasiosa de mis propios deseos. Me habría encantado ver aparecer a Barbie -o a Perky Pat o a Connie Companion- en la puerta de mi cabaña.
Lo que sí apareció fue algo espantoso: la visión del rostro de Palmer Eldritch, que se convertiría en la base de la novela Los tres estigmas de Palmer Eldritch, generada por el relato de Perky Pat.
Un día estaba caminando por la acera que llevaba a mi cabaña, preparándome para hacer frente a ocho horas de escribir en un aislamiento total de la especie humana, cuando levanté la mirada hacia el cielo y vi una cara. No la vi en realidad, pero estaba allí, y no era una cara humana; era el semblante de una maldad absoluta. Ahora me doy cuenta (y creo que también lo hice en su momento) de que lo que provocó aquella visión fueron los meses de aislamiento, la privación de todo contacto humano, la ausencia, de hecho, de estímulos sensoriales... En cualquier caso, el semblante estaba allí, imposible de ignorar. Era inmenso. Ocupaba una cuarta parte del cielo. Tenía dos ranuras vacías en lugar de ojos, era metálico y cruel y, lo que es peor, era Dios.
Subí al coche y fui a mi iglesia, la episcopaliana de Saint Columbia, donde hablé con mi pastor. Tras escucharme, llegó a la conclusión de que había vislumbrado a Satán por un momento, y me dio la extremaunción. No la extremaunción final, sino una puramente curativa. No me sirvió de nada: el rostro de metal seguía en el cielo. Estuvo allí todo el día.
Años más tarde, mucho después de haber escrito Los tres estigmas de Palmer Eldritch y habérselo vendido a Doubleday (la primera vez que les vendí una de mis obras), me encontré con un retrato en un número de la revista Life. Se encontraba en un búnker de observación construido por los franceses en el Marne, durante la primera guerra mundial. Mi padre había combatido allí durnante la segunda batalla del Marne. Mi padre pertenecía al Quinto de marines, una de las primeras unidades norteamericanas que llegó a Europa para participar en aquel espantoso conflicto. Cuando yo era muy niño me enseñó su uniforme, con la máscara de gas, el equipo de filtración y todo, y me contó que, durante los ataques con gas, a los soldados les entraba el pánico cuando se saturaba el carbón de sus sistemas de filtración y algunos llegaban a arrancarse la máscara y echar a correr. Yo sentía una enorme ansiedad al escuchar esas historias. Y también al ver a mi padre jugando con su máscara y su casco. Pero lo que más me aterraba era cuando se la ponía. Su rostro desaparecía. Dejaba de ser mi padre. De hecho, dejaba de ser humano. Yo solo tenía cuatro años. Cuando mis padres se divorciaron, pasé años sin verlo. Pero su imagen con aquella máscara, fundida con los relatos de hombres con las tripas colgando, hombres destruidos por la metralla... Décadas después, en 1963, al caminar un solitario día tras otro por aquella senda campestre, sin nadie con quien hablar, sin nadie con quien estar, volví a ver aquel semblante metálico, ciego, inhumano, solo que esta vez trascendente y vasto, completamente maléfico.
viernes, 23 de octubre de 2009
Fuente: IMDB
"Philip K. Dick first came up with the idea for his novel 'Do Androids Dream of Electric Sheep?' in 1962, when researching 'The Man in the High Castle'. Dick had been granted access to archived World War II Gestapo documents in the University of California at Berkley, and had come across diaries written by S.S. men stationed in Poland, which he found almost unreadable in their casual cruelty and lack of human empathy. One sentence in particular troubled him: "We are kept awake at night by the cries of starving children." Dick was so horrified by this sentence that he reasoned there was obviously something wrong with the man who wrote it. This led him to hypothesize that Nazism in general was a defective group mind, a mind so emotionally flawed that the word human could not be applied to them; their lack of empathy was so pronounced that Dick reasoned they couldn't be referred to as human beings, even though their outward appearance seemed to indicate that they were human. The novel sprang from this."
miércoles, 14 de octubre de 2009
lunes, 21 de septiembre de 2009
viernes, 18 de septiembre de 2009
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