jueves, 21 de enero de 2010

Creer

Este fin de semana he conocido a un sacerdote nuevo. El que hace la misa a la que suelo ir se encontraba en esos momentos en Senegal, y como el que le sustituye no nos gusta nada, decidimos ir a otra parroquia cercana, una a la que no habíamos ido nunca.
No pensaba que la cosa estuviese tan mal. Había leído alguna noticilla, y también había visto a alguno de esos cardenales odiosos hablando en el telediario, pero no les había hecho caso: Al fin y al cabo, siempre dicen la gilipollez más retrógrada que pueden. (Y lo hacen con tanta gracia que me parecen imbéciles incluso cuando estoy de acuerdo con ellos).
El hombre, viejo y gordo, se llenaba la boca con gruesas acusaciones apocalípticas. ¡La fe en peligro! ¡La religión católica corría el riesgo de extinguirse! Y todo por culpa de los "nuevos falsos ídolos", como los llama. El sermón duró más de la cuenta, los de las filas de debajo del púlpito (debimos sospechar que algo no marchaba al entrar en la iglesia y ver el púlpito y la demás parafernalia con demasiadas pretensiones) lamentaron no haber llevado un paraguas y las viejas calientabancos regresaron a casa otra semana con la tranquilidad de que el mundo también esta vez se iba a acabar en breve.
Pero yo salí pensativo. Y, ni hecho a posta, porque justo después, cuando fuimos hacia el parking dispuestos a tomar el coche para ir a comer a casa de mi abuelo, un mosso nos advirtió de las calles que iban a estar cortadas: Pronto vería a A U-Duque. Como todos, claro. Los estados del facebook de los días siguientes estaban repletos de U-Duque, los nicks del msn, los avatares, los periódicos, los telediarios que buscan noticias para rellenar el espacio que les ha quedado vacío.
Como suele hacer en Barcelona, caminaba por la Diagonal. Desde que la adaptaron, además, puede andar con mucha comodidad, y eso siempre está bien. Se merece eso y más, en mi opinión.
Si embargo, todavía tenía las palabras de cura odioso resonándome en los oídos. "Los nuevos ídolos". Sabía que, no ya desde la llegada de los Rolkolanos, sino cuando se produjo el primer ataque biológico Sglajk, la iglesia se encontraba en un terrible problema ideológico y teológico. Como siempre, en vez de ocupar a las altas esferas eclesiales en comer la oreja a los dirigentes mundiales y a los fieles pudientes para la ayuda a los necesitados, se preocupaban de si los "seres de destrucción masiva tienen alma", si los "Hombres U son una abominación" o si los "Rolokolanos eran seres creados por Dios" y demás chorradas que cualquier teólogo con dos dedos de frente solucionaría de un plumazo.
Pero la verdad es que, hasta cierto punto, la demagogia del sacerdote excitado del domingo contenía algo de verdad.
Pensé en los millones de radioaficionados, nuevos y viejos, de todo el mundo que intentan sintonizar sus radios con las de las naves Rolkolanas para poder hablarles o oirles cuando penetran en la atmósfera. En los cultos extendidos por toda latinoamerica en los que se queman alimentos de forma ritual para apaciguar a los Sglajk y ganarse su favor para que no les manden a ningún monstruo. A los que creen poder predecir el próximo lugar atacado leyendo compresas usadas por virgenes. Y, sobre todo, mirando a U-duque caminando por la Diagonal. El cuerpo, rojo y plateado, brillando gallardo al sol, mayor que cualquier cosa con derecho a moverse sobre la faz de la tierra. El rostro, casi humano, perdido en quien sabe qué pensamientos mientras patrulla el suroeste europeo. Las cicatrices impresionantes en su pseudo-piel metaloide, testigo de las duras batallas que padece para protegernos. Nuestro salvador y protector venido del espacio, creado por una raza de seres tan avanzados que parecen casi omnipotentes, un monumento andante más allá de la escala humana, que uno es incapaz de dejar de mirar, con la boca abierta y un extraño sentimiento de amor como no habíamos sentido desde que, al ser muy pequeños, nuestros padres se paseasen por la faz de la tierra como seres de poder y magnificencia desbocadas.
Y cada molécula de mi cuerpo vibra ante la simple idea de verlo de nuevo cuando vuelva a parar en Barcelona.

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