lunes, 14 de septiembre de 2009

En busca de una adicción

Cuando era pequeño, mi madre me contó lo malo que era fumar. "No fumes, hijo", me dijo.
Por eso no soy adicto al tabaco.
Cuando era pequeño, me dijo también lo malo que era abusar del alcohol. "No lo hagas, hijo", me dijo.
Por eso no soy adicto a la bebida.
Del mismo modo, mi madre me explicó bien explicado el peligro que entrañan el resto de drogas que circulan por el mundo. "No te drogues, hijo", me dijo.
Y por eso no soy drogadicto.
También me explicó que había personas que acababan dependiendo de los juegos de azar, y me dijo "No apuestes, hijo".
Por eso no soy adicto al juego.
En cierta ocasión, preocupada, leyó que había niños nipones que se encerraban en sus cuartos pegados a una videoconsola y, preocupada, me prohibió jugar entre semana. "No juegues demasiado a videojuegos".
Y por eso no soy adicto a las videoconsolas.
Lo mismo ocurrió con el televisor, con las compras, con el sexo, con el miedo por la seguridad, con mi aspecto físico.
Y no soy ni teleadicto, ni adicto a las compras, ni adicto al sexo, ni paranoico ni vigoréxico ni anoréxico.

Aunque no fue culpa de mi pobre madre, soy terriblemente vago. Por ello, no soy adicto al trabajo, ni al deporte, ni a nada que implique un esfuerzo.

Lo que sí me dijo mi madre, ya desde pequeño, era que crecería, que me haría bien fuerte, que era un buen niño. "Cómete todo lo que tienes en el plato, venga, hijo", me dijo.

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