El despacho era pequeño, como el resto del piso que ocupaba esa productora.
He estado hablando con un par de hombres particulares, que a la vez me resultaban cercanos y extraños. Uno tenía los ojos muy azules. El otro fumaba pipa, y al verlo he pensado a la vez "mola" y "fumar en un despacho es ilegal".
Y sobre la estantería, con ojos muertos, tres Lunnis nos observaban.
Pero, al fin y al cabo, sus ojos siempre han sido ojos muertos.
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