lunes, 14 de junio de 2010

‘Terminator’: Modernidad, Posmodernidad y viajes en el tiempo. (WIP)

(un pequeño adelanto del artículo que estoy escribiendo para Filosofía y Cine)

1 - El cristal con que se mira

Terminator es una película que habla del miedo a ser madre. Llevado a una escala épica y trascendente, expresa simplemente el pavor que siente una mujer joven a la responsabilidad y al corte de alas que representa pasar, de pronto, a tener a un hijo que depende de ella totalmente.
O al menos eso es lo que siempre he dicho sobre esta película, aunque, claro, lo he hecho siempre como aficionado y sin ningún elemento a favor de mi interpretación más allá del sentido común (y una cierta tendencia freudiana natural).
Pero, al darse cuenta de que este film, escrito y dirigido por James Cameron, es del año 1984, a uno no le puede costar imaginar que intentar relacionar sus contenidos con la posmodernidad puede resultar interesante. Al menos a primera vista, pues comparte elementos (como el futuro devastado o los androides humanoides) con Blade Runner, y esta otra película de ciencia ficción es considerada como una expresión de muchos de los elementos sociales a los que lleva la llegada a la posmodernidad.
Pero, de hecho, este trabajo pretende hacer una tarea artificial. No es la película la que nos lleva a hablar de posmodernidad, sino que son las carácterísticas de esta las que se fuerzan sobre el film para “ver qué pasa”. Del mismo modo que unas gafas de 3-D, este texto quiere ponerse ante los ojos reflexiones sobre lo que conlleva la posmodernidad y usarlas para mirar Terminator, esperando que el efecto resulte interesante y se pueda llegar a ideas útiles, aunque sea solo cómo estímulo intelectual o, incluso, para demostrar que Terminator no se puede leer directamente en clave posmoderna.
¿Así pues, por dónde empezar?

2.1 - Devastación… ¿Posmoderna?

Según Arthur Asa Berger en The postmodern presence: readings on postmodernism in american culture and society, la película Terminator “está con frecuencia en listas de filmes posmodernos importantes.” , y argumenta que tiene buenos motivos para ello: la presencia del Cyborg como elemento de hiperrealidad, el viaje en el tiempo como acto que diluye la distinción entre pasado y futuro, el personaje de John Connor y la profecía que se autorrealiza, el robot que imita voces… Todos se reducen a uno, en realidad. A la disolución de las distinciones y categorizaciones, propia de la posmodernidad.
Pero antes de entrar en esto, quizás el segundo elemento que le importa a este autor resulta más interesante para empezar a enfrentarse a Terminator. Se interesa por el hecho de que el futuro de este film, y de Blade Runner, son distópicos, pero no desarrolla esta idea. Quizás, si asumimos que esta destrucción de la civilización representa, en realidad, la caída de los grandes relatos, este argumento resulte adecuado. Caen los grandes relatos, la civilización terrestre de Blade Runner, ocurre el “día del juicio” en el mundo de Terminator, y nos encontramos de pleno en una distopía que representa la posmodernidad. ¿No es cierto?
Pues, sorprendentemente, no. Aquí empezamos a vislumbrar que el análisis con criterios posmodernos de Terminator no resulta tan directo como puede serlo el de Blade Runner. En Terminator entran en juego dos realidades diferentes debido a su argumento basado en los viajes en el tiempo. Existe el futuro, donde empieza la película, un mundo devastado, sí, pero por las máquinas. Un mundo en el que una pequeña resistencia humana todavía combate, guiados por un gran líder, John Connor. Un futuro que, en realidad, encarna las cuestiones relativas a la modernidad. Por otro lado, los años 80, que ocurren antes que “el futuro” y que, por lo tanto, preceden a este mundo moderno, encarnan en realidad los valores posmodernos. No, no parece que nuestro viaje de pesca intelectual vaya a ser fácil.
En el año 2029, la Tierra está devastada. El progreso ha llevado a la creación de máquinas inteligentes que han decidido eliminar a la humanidad. Un líder carismático, John Connor, organiza a esta humanidad en una lucha contra la dominación de las máquinas, que usaban a parte de sus enemigos como mano de obra en campos de trabajo, “les abre los ojos” y les lleva a rebelarse, rompiendo “las verjas” en las que estaban cautivos para hacerse con el dominio. Las grabaciones de Sarah Connor les inspiran, su hijo John es consicente de la estructura de la historia, que tiene un camino determinado: deberá mandar a alguien al pasado a proteger a su madre de un asesino cibernético enviado por las máquinas.
El futuro es un pastiche de elementos propios de la modernidad. La devastación del 2029 en Terminator no tiene nada que ver con la del 2019 de Blade Runner. En el segundo, la civilización “tradicional” está muerta debido a que la posmodernidad la ha vuelto obsoleta. En el primero, lo que está muerto es la humanidad. Los suelos de ciudades devastadas cubiertos de calaveras humanas representan uno de los temores que caracterizan a las partes tardías de la modernidad (a partir del desengaño que suponen la Primera y, especialmente, la Segunda Guerra Mundial): La humanidad aplastada por la técnica sin moral. Los robots son, si se me permite este adjetivo tan pulp, “supernazis”, son un grupo organizado que toma los principios del progreso y del fin de la moral humanista/la muerte de dios (aunque ellos mismos dependen de un dios tecnológico, Skynet, que manda la plaga atómica sobre la Tierra, lidera a los robots, crea a los cyborgs, inventa el viaje en el tiempo y domina la existencia) hasta el extremo, pervirtiéndolas.
Por su parte, los humanos representan otra parte del discurso moderno. Una comunidad de personas que, anónimas pero empáticas, luchan por la humanidad, siguiendo a un líder mesiánico (no olvidemos que John Connor y “Jesus Christ” tienen las mismas iniciales, y ambos son concebidos por seres de otra realidad y una madre abnegada para salvar a la humanidad) y su discurso ordenador del mundo, con tintes marxistas, y, en consecuencia, una gran conciencia de la historicidad.
Por su parte, el “presente” (lo era en el momento de hacer la película, aunque ahora cuesta no referirse a él como “pasado”) encarna muchas de las características de la posmodernidad. En ella, personas heterogéneas pero sin identidad clara, individualistas y aisladas, viven dominadas por la necesidad económica (o simplemente profesional) en un mundo que ni tiene sentido ni trascendencia. Toda comunicación humana está mediatizada por una tecnología que la condiciona y, en realidad, estorba, volviendo cada acto en un simulacro. Los estilos (y el kitsch) campan a sus anchas, y, ni las grandes instituciones son capaces de comprender nada, ni los grandes discursos de explicar ninguna cosa.

2.2 – Pisando calaveras

Si hay algo que tanto máquinas como humanos tienen claro en el año 2029 es el concepto de historia. De un modo entre Hegeliano y Marxista, los humanos luchan contra los robots (el mal, los opresores) para llegar a un cambio de situación, una nueva época en la que los hombres vuelvan a ser libres. Las máquinas, además, urden un plan astuto: el de matar a su mayor enemigo antes de que nazca, mandando al pasado a un robot asesino para que elimine a su madre. En el futuro, la progresión del tiempo es clara, y, aunque se invente un aparato para manipularlo, el futuro siempre tira hacia delante. No ocurre como en los ochenta, en el que se mezclan elementos futuros y presentes. El futuro es lo que es, las máquinas progresan (como evidencia el hecho de que consigan inventar la máquina del tiempo o el progresivo perfeccionamiento de los terminators, de T-600 con piel de goma a T-800 con piel biológica.) y que avanza, ya sea hacia la victoria final del bien (el fin de la historia, que en términos marxistas sería el socialismo) o hacia la aniquilación de la humanidad, que como dice Vattimo en su introducción a El fin de la modernidad, es una forma cásica de fin de la historia . En todo caso, hacia el fin de la lucha, elemento básico para articular la historia en términos modernos.
Pero, cuidado, hay que tener en cuenta que a Terminator le gusta darle la vuelta a muchos de estos elementos. Si, como diremos después, el presente está desprovisto de historicidad, la historia, es decir, el periodo de guerra con las máquinas, empieza con el holocausto nuclear, otra articulación típica del fin de la historia según Vattimo.
Del mismo modo, si la historia avanza, si la historia existe, es gracias al retroceso al pasado “no histórico”. Para seguir en esta línea, se debe tener en cuenta un elemento que ignoraría si no fuese porque sirve para dotar de sentido a una de las carencias del filme: la muerte del terminator. El robot asesino, imparable, muere finalmente de un modo que no parece encajar en ninguna de las reflexiones. Una prensa hidráulica lo aplasta, y eso es todo. Siendo algo tan importante dentro de la historia, que no encajase era un problema para esta reflexión, y un argumento en contra de la lente posmoderna para analizarlo… Pero haremos una pequeña trampa. Parece ser que esa escena ha sido parcialmente cortada . El terminator muere en una nave industrial de Cyberdyne Systems. Uno de los empleados encontrará los restos del Cyborg… Y Cyberdyne Systems desarrollará el sistema de defensa Skynet, que tomará conciencia de si mísmo y lanzará un ataque nuclear a gran escala contra la humanidad, iniciando la historia con un acto de fin de la historia.
Como ocurre con toda profecía, intentar evitar el futuro lleva a que ocurra: las máquinas quieren matar a Sarah Connor para que nunca tenga a John, y ello hace que los humanos del futuro le manden a un protector que engendrará al hijo que querían pre-abortar. Pero, en su intento por no morir, las máquinas mandan al pasado la semilla de su nacimiento. En un giro posmoderno, la historia se siembra a sí misma en una época no histórica, con consecuencias tan modernas como la del progreso ineludible, de la mano de la tecnología.
El regreso al pasado es, de hecho, un elemento muy típico de cierto pensamiento moderno que se enfrenta a las implicaciones destructoras que nos amenazan propias del desarrollo de la tecnología. De algún modo, se propone contrarrestarla regresando a formas de pensar más antiguas… pero parece que Vattimo está de acuerdo con el film de Cameron cuando dice:

“La debilidad de esta posición consiste (…) en la convicción de que de esos orígenes podría derivarse no aquello que en realidad ha sobrevenido. Regresar a Parménides significaría solo volver a iniciar desde el principio… siempre que, nihilisticamente, se predique una absoluta casualidad en el proceso que a partir de Parménides hasta la ciencia y la técnica modernas y a la bomba atómica ”

Una casualidad que no existe en la película, dónde la fuerza de la historia arrastra los acontecimientos en una dirección . Y, pese a todo, no deja de tener gracia que sean las máquinas quienes quieren regresar al pasado para eliminar a lo que hace progresar a los humanos, y no al revés. De hecho, en otra escena eliminada relativa a la anterior, Kyle Reese se niega a intentar eliminar Cyberdyne, alegando que su misión es proteger a Sarah Connor, no evitar el ataque de Skynet.

Para comprender la oposición de las actitudes de las dos facciones del futuro, resulta interesante la relación entre la crisis del humanismo, relativo a la metafísica, y el triunfo de la técnica moderna que hace, entre otros, Heidegger. Según Vattimo:

“Esta se manifiesta como la causa de un proceso general de deshumanización (…) en el plano de la organización social y política, un proceso de acentuada racionalización. (…) Generalmente, que se impongan las “ciencias de la naturaleza” [Y no las “ciencias del espíritu] es considerado una amenaza de la cual hay que tratar de defender la zona de los valores humanos peculiares sustraídos a la lógica cuantitativa del saber positivo”

Esta oposición entre “ciencias de la naturaleza” (ciencia, productividad) y “ciencias del espíritu” (valores humanos, espontaneidad, elección, importancia del ser humano) viene a ser la que hay entre las máquinas y la resistencia humana.
Los primeros son robots, científicos, metódicos, inhumanos, tienen de su lado a la técnica, y solo perdonan la vida a humanos “productivos” para sus campos de trabajo .
Los segundos son humanos, empáticos , valientes, aman y deciden por sí mismos .
Vattimo, que está resultando muy interesante para analizar Terminator, explica como en la cultura, moderna, de principios del siglo XX (que vendría a ser bastante la que representa el sector humano del futuro):

“La relación con la técnica se considera así esencialmente como una amenaza a la cual el pensamiento reacciona tomando conciencia cada vez más aguda de los caracteres peculiares que distinguen al mundo humano del mundo de la objetividad científica o bien esforzándose en preparar, teórica o prácticamente (como ocurre con el pensamiento marxista), la recuperación por parte del sujeto de su carácter central”

Teniendo en cuenta que, para los humanos del futuro, el asunto no es puramente teórico, esta actitud describe bastante bien su misión, siendo el equivalente en términos más filosóficos de la descripción más básica “quieren eliminar a las máquinas que les esclavizan y aniquilan”.
Es notable, pese a todo, que la oposición entre la anonimidad de las máquinas y la importancia del sujeto para los humanos se articula en una importancia del sujeto en abstracto, bastante propia de muchos grandes relatos modernos, desde el catolicismo al comunismo. El ser humano, el proletario, o lo que sea el ser que necesita ser defendido en la ideología concreta es importante, pero su adhesión y sacrificio por la causa también. De este modo, Kyle Reese solo tiene nombre cuando ha pasado ya una hora de metraje, los humanos mueren a manos de los robots de forma patéticamente poco ceremoniosa y el único hombre importante por sí mismo es John Connor (y su también divinizada madre).
Pero de esto hablaremos en un punto posterior del trabajo. Ahora, una vez hecho un repaso del mundo futuro que plantea Terminator, en que dos visiones diferentes de modernidad están en guerra, veamos el presente que encarna lo posmoderno.

2.3 - Aquellos absurdos 80’

Para el espectador actual, el año 1984 resulta anticuado, y en ese sentido puede incluso parecer que Terminator recrea una época.

miércoles, 2 de junio de 2010

Pratchett se despide


Estoy leyendo "Nation", de Terry Pratchett. Su primer libro que no se ambienta en el mundodisco que no he abandonado.
Es uno de mis autores favoritos, y sus libros han marcado mi forma de entender el mundo, a los humanos, a la sociedad y la religión. Libros humorísticos, con grandes dosis de parodia, pastiche, metatextualidad en general... Falso cínico, ateo combativo, ser tímido e inadaptado, este hombre genial sufre de alzheimer prematuro. Y se nota.
En "Nation" hay una cornucopia de elementos Pratchettianos típicos: La parodia a la cultura anglo/occidental, las referencias a textos diversos, la reflexión sobre la cultura, el lenguaje y el mestizaje cultural, los jóvenes, los ritos y la verdad que se esconde detrás de sus vestidos, las brujas, la lucha interior, el amor, los dioses y la muerte. Es un texto típicamente Pratchettiano...
...pero no lo es. Pratchett sufre. Pratchett sublima su sufrimiento, que exacerba las preocupaciones que le han persegido toda su carrera. Los dioses y la reflexión religiosa (Pratchett fagocitó la frase del C.S.Lewis pre-católico, que decía que era "un ateo enfadado con Dios por no existir) ya no son un agradable pasatiempo intelectual. La muerte ya no es un simpático, aunque siniestro, señor Spock, que observa a la humanidad con curiosidad. El mundo de Nation ha dejado de ser amable. Los dioses no existen (aunque sí, claro, por mucho que se esfuerce en negarlo Pratchett es un creyente que no sale del armario) y el mundo, arbitrario y cruel, está a merced de la muerte. Una muerte diametralmente opuesta a la del mundodisco. La del mundodisco sabe que el universo es injusto, pero defiende las creencias humanas porque, igual que creemos en el "Hogfather" (el papá noel del mundodisco), creemos en otras cosas igual de falsas (y necesarias para se humanos) como la justicia o la piedad.
La de nation es un ser cruel que se regocija en la muerte, que desprecia cualquier clase de valor en la vida, al fin y al cabo vacía y absurdamente injusta.
Pratchett sufre, y en su estado de alzheimer prematuro, escribe una novela en la que un enorme tsunami ha barrido a toda una civilización primitiva del mapa, a excepción de un joven que estaba en otra parte, en pleno rito del paso a la adultez. Un joven sin identidad, una ola que entierra en el olvido toda una cultura.
La memoria es un tema tan importante en "Nation" como la muerte y los dioses.
"Nation" son las tribulaciones que mantienen despierto a un hombre al que su identidad se le escurre entre los dedos, recuerdo a recuerdo, que ve próxima la muerte y no cree en ningún dios que pueda ayudarlo, aunque siempre ha deseado que existiera. ¿Cómo acaba el libro? Aún no lo sé, estoy en ello. Pero más importante incluso que todos estos miedos es el hecho de que Pratchett llega a darnos una respuesta magistral, a la que ya llega su antítesis Philip K. Dick en "La invasión divina" (si Pratchett pierde recuerdos, a K. Dick se le multiplican. Si Pratchet pierde su identidad, K. Dick tiene varias. Si Pratchett es ateo, K. Dick habla con Dios), que es hasta cierto punto a dónde quiere llegar Philip Pullman con su triología de la materia oscura, aunque el pobre hombre se pierde a medio camino para pontificar como un sacerdote antirreligioso:
Ante la muerte, ante la fuerza negativa de la realidad, ante Belial, la respuesta es "Does not happen". No rendirse ante lo malo que hay en el mundo, esforzarse por hacerlo mejor, por los demás, y por lo bello. O, si me dejais meter cucharada y llevarlo a mis propias creencias religiosas, no dejarse ahogar por el Pantocrator y brindar en las bodas de Canaan.
No sabemos cómo le va a ir a Pratchett, pero si este libro con sabor a despedida es realmente un adios literario, se trata de una marcha por todo lo alto, donde todo el universo Pratchettiano toma una forma, una presencia y una fuerza muy alejada de la de los estupendos libros del mundodisco. Es el mejor Pratchett. Y, aunque el futuro sea incierto, esperemos que solo lo sea "por ahora".