lunes, 20 de diciembre de 2010

Epi y Blas [ReFlogged]




(Artículo, polémico, publicado originalmente en Fotolog el 14-I-08)


Todos los conocemos. Epi es el naranja y Blas el amarillo. Me gustaban mucho de pequeño y, bueno... Los he redescubierto de adulto viendo "Juega conmigo sésamo" con mi hermana pequeña. Sus sketches son de los más adultos del programa, y a veces incluso me hacen reir! Eso se agradece cuando tienes que tragarte una hora de muñecos que, por mucho que me gusten visualmente los teleñecos (y me encantan), acaba siendo aburrida...

Resulta que Epi y Blas comparten piso... Y el imaginario popular ha decidido que son una pareja gay. No voy a intentar dar pruebas a favor ni en contra, aunque creo que Blas es demasiado soso como para sentir atracción por nadie, pero hay algo que me llama la atención sobre estas representaciones paródicas de Epi y Blas como gays... Blas es siempre un personaje dominante, a veces incuso maltratador o muy agresivo. ¿Es que, para parodiar, no se han mirado nunca los sketches originales? Blas es un ser soso que encuentra placer en temas como los desayunos, las palomas, los clips para papel o las cenefas. Un personaje sin iniciativa que, o rechaza el contacto humano (cuando está ocupado) o depende de los demás, buscando su aprovación o siguiendoles el juego. Es más, Blas es bastante limitado intelectualmente, comparado con su compadre Epi, por mucho que sus gustos grises y aburridos hagan que parezca más adulto. Pero quizás este sea el elemento que hace que lo representen como dominante... Parece más adulto y, bueno, tiene mucho vello facial, un portentoso unicejo, que frunce a menudo mostrando expresiones de agresividad o enfado que muy poco teleñecos son capaces de mostrar.
Por otro lado, Epi es agradable y habla entre susurros, no tiene la medio estridente- medio nasal voz de su amigo Blas, y es siempre amable y simpático. Y también es, cuando le conviene, un manipulador y un egoista, haciendo que Blas haga el trabajo sucio (aguantar las cosas pesadas cuando explica la diferencia entre pesado / ligero) o ignorándole para salirse con la suya. Además, le gusta mostrar este poder sobre Blas, haciendo largos juegos como el de adivinar partes del cuerpo cubriendolas con calcetines o no dejar que Blas lea un libro por tocar la batería, obligarlo a imitar ritmos y, al ver qu elo consigue ir haciendolos cad avez más complicados hasta hacer uno imposible... que consigue imitar. En ese momento, Epi deja la batería... Lo que quería era molestar a su amigo.
Por otro lado, sí que son amigos, Epi no pude dormir "si Blas no está". Pero sus personalidades son claramente las opuestas a las de las parodias...
Una escena de cama entre Epi y Blas sería:

(Epi y Blas, en la cama. Blas lee un libro)
Epi: Blas, acércate...
Blas: No, Epi, estoy leyendo este libro sobre líneas rectas.
Epi: Venga, será muy divertido.
Blas: ¡No, Epi, déjame leer!
Epi: Mira, lo primero que haremos será esto.
Blas: ¡Aparta! ¡Te he dicho que no!
Epi: ¿Quieres jugar?
Blas: ¡Quiero leer mi libro!
Epi:¿Haremos como que te resistes, vale?
Blas: ¡Para ahora mismo! ¡Déjame!
Epi: Lo haces muy bien, Blas. Parece que te estés resistiendo de verdad.
(Blas sigue quejandose y Epi lo ignora.)
Blas: ¡Que pares! ¡Te he dicho que no quiero jugar!
(Finalmente, Epi termina)
Epi: Oh, qué pena. Ahora te tocaba a ti, pero si no quieres jugar...
Blas: No, espera, ahora que ya estabamos...
(Epi se da la vuelta y se cubre con la manta)
Epi: Buenas noches Blas, hasta mañana.
Blas: ¡Epi! (Le da un emujón, para despertarlo) ¡Epi, despierta!
(Blas mira a la camara y suspira, exasperado. Fin del Sketch.)

Así que ya lo sabeis. No os fieis de los muñecos naranjas y de aspecto inocente.

Se despide, aburrido a media tarde, Carlo Gallucci

jueves, 16 de diciembre de 2010

Rec 2




SPOILERS

Hace un año vi Rec, ¡Y aunque no sé donde escribí sobre ello, sé que lo hice!
En todo caso, hoy he visto Rec2, y la verdad es que he quedado agradablemente sorprendido. Agradablemente porque cuando salió, me dijeron que era mala, y algunos entendidos en la materia incluso explicaban que probablemente era por culpa de los problemas que hubo durante el rodaje de la película...
Y, hay que admitirlo, es peor que Rec. Rec es una estupenda película de terror-comedia, con una mala leche y una ironía considerables, que tiene momentos de verdadero miedo y momentos de parodia de la sociedad barcelonesa muy bien encontrados. Y, claro, hace un ejercicio de simular una captación sin manipular de la realidad, una diégesis a lo Blair Witch Project muy interesante. Y aquí es donde hay un cambio importante en la segunda, pues el juego es mucho menos severo: Aquí hay créditos al principio, hay alguna pijada demasiado sofisticada para que nos la creamos y, lo más importante, las cámaras que se usan marcan los tres actos de la historia... ¡Y aunque la arquitectura vista puede ser bonita, sin duda rompe con la pretensión de realismo de la primera!
Pero no demasiado. Y ahora podría (o más bien, empezaría pero me cansaría y no lo haría, es decir, NO podría) analizarla un poco más a fondo, pero sólo diré unas pocas cosas.

-Marble Hornets-

Nada de volver a decirlo todo. Me tomo la libertad de mandaros a mi artículo sobre el uso del sonido en Marble Hornets (que por algo me valió una matrícula de honor en la asignatura en cuestión). Más allá de fardar de nota (¡Las buenas notas son una rareza para mi, dejadmelo disfrutar!), ver esta película después de haberlo escrito me ha permitido ver como, en mayor o menor medida, los utilizan TODOS. Probablemente también sea así en la primera, pero es que no había hecho el análisis todavía cuando la vi.

-La comedia-

Al empezar a verla, ha habido una cosa que me ha preocupado: No había comedia.
Rec abre con las tomas falsas de una periodista asqueada con su trabajo, fingiendo la jovialidad de los presentadores de programas tipo España Directo para después romper con todo al equivocarse. Aunque no sea Mr. Bean metiendo la cabeza en un pavo, es humor.

Rec2 abre con los geos comprobando las cámaras. Cierto, hablan de futbol. No sé yo si es humor, pero lo que sí que sé es que el argentino ya empieza a ganarse su final en esas escenas, tocando el ovámen al personal (y ya hablaremos más de esto luego).
La película sigue, y no hay chistes. No hay ironía. Solo Geos, químico-místicos encubiertos y monstruos. Vale, ver a los vecinos de la primera en modo zombi me hace sonreir, porque los reconozco... pero eso no es humor, es la clase de sonrisa de quien ve a un conocido pasando por detrás de la cámara durante el telediario.

Pero acaba el primer acto y vemos al segundo grupo: Un grupillo de niñatos pijo-chungos de acento claramente barcelonés enganchando cohetes a una muñeca hinchable (¿Los niños que no pasaron el cásting de 'Doctor Beirut' recreando un gag eliminado de 'Resacón en Las Vegas'?). Y un hombre patético, con un extra de comedia si se tiene en cuenta que está casado con la mujer metomentodo y odiosa de la primera, que cuando le muerde su mujer zombificada se toma los medicamentos que había comprado para su hija porque tiene que "parar la infección". Me he partido. Ese, ese es el humor trágico/patético de la primera. Me he alegrado mucho de que estuviera.

-Síntesis-

Pero debo decir que cuando ha empezado, ya he sabido lo que habían hecho los amigos de Rec. Se habían marcado un Aliens. Y creo que es una decisión muy buena. Pero no solo un Aliens, sino que esta película reúne un montón de referencias. Si supiera de cine, podría hacerme más el listo y decir que Balagueró y Plaza han consumido clásicos del terror y la ciencia-ficción y eso se ve en la película... aunque puede que no sea intencional, qué sé yo. A lo mejor tienen los referentes tan asumidos que les es imposible esquivarlos. Pero hay Exorcista, hay películas de Zombis, de fantasmas, hay un elemento Krueger, en los curas torturaniños a los que se les vuelve todo del revés. Incluso está el factor T-rex de Jurassic Park. Y, si queremos buscar un referente distinto a los aliens de Alien y compañía, podemos irnos a Stargate, pero el caso es que hay ecos de cosas, pero son ecos que funcionan estupendamente.
¿Cómo era eso de alzarse sobre hombros de gigantes? Es una cita que me encanta pero que nunca miro como es en realidad. Quizás mejor así, me entusiasma citarla mal.

-La moraleja-

Más allá de los referentes, aquí hay dos elementos muy claros. El primero es que el mal no puede ser vencido... O, si le damos una vuelta de tuerca, que al luchar contra un monstruo, te vuelves un monstruo y que por ello el mal no puede ser vencido. ¡Conclusión clásica donde las haya!

Pero este elemento funciona básicamente para los curas y la china cudeira (¿Cómo se llama la niña?). Los sacerdotes, para hacer el bien y vencer al diablo, torturan a niños, es decir, se vuelven malvados* y acaban provocando todo el desastre. ¡Pero los demás no son más que víctimas sin nada que ver en el asunto!

En la primera no, pero en la segunda hay una moral muy puritana y anticuada (y, por lo tanto, muy adecudada y tradicional para una película de terror): Si desobedeces, sufrirás un castigo.
En esta película, todos los que desobedecen a quien manda sufren terribles consecuencias. No importa si, como los niñatos, desobedeces por rebeldía (rebeldía burguesa, pues a la que abofetean al niño el tipo quiere irse... PERO YA ES TARDE. Chan chan chaaan), por amor y desesperación, como el padre patético, por piedad, como el bombero, o por cuestionar la autoridad constantemente, como el geo argentino. Si desobedeces, lo pagas.

Y, en fin, creo que esto es todo lo que se me ha ocurrido mientras veía la película. Sea mejor o peor que la primera, he disfrutado viéndola.

Ah, bueno, he recordado eso del suspense según Hitchcock, lo de que se puede crear haciendo que el espectador sepa más que los personajes, cosa que se consigue claramente si el personaje está a oscuras y no ve al monstruo pero el espectador sí.
Pero, claro, siempre cito esta idea, así que, en el futuro, podeis aplicarla por defecto a todo lo que critique, sea lo que sea.


*Vamos a suponer que la iglesia es una entidad buena.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Short dick man [ReFaced]



Detestable canción que, sin embargo, narra una épica historia de superación de las propias limitaciones, aunque con final abierto. Como poco, deberían hacer una película. El nuevo ciudadano Kane.

martes, 7 de diciembre de 2010

Ya sé kung fu. Guiño guiño.

Facebook tiene anuncios infames, entre los cuales los que son fotomontajes extraños y rusas semidesnudas para promocionar tests de inteligencia. Pero, más allá de estos clásicos, a veces se encuentran extrañeces independientes.
Hace unos minutos, facebook me ha anunciado... esta cosa.



Un taller de... ¿Kung fu sexual?

Repitámoslo lentamente. Kung fu sexual.

Mi mente podrida de dibujos animados invoca, al instante, la sonrisa bobalicona de Hong Kong Phooey, pero incluso sin esa imagen mental la cosa suena bastante rara. Pero, qué sé yo, a lo mejor es sólo un titular para captar la atención. Conmigo ha servido, al menos, para que me fijara en el anuncio... Y, para empezar, que intentase descifrar la imagen que lo acompaña. En un primer instante, he pensado en las flores negras / alcachofas que hacen de portada a un disco de Massive Attack, pero luego he visto que no, no eran flores, sino una extraña simetría grisácea, una especie de raro arabesco. He desviado la mirada hacia el texto, satisfecho con esa mediocre explicación, para leerlo.
Como no soy capaz de procesar los números con naturalidad, lo primero que he identificado han sido los elementos "maestro en sexualidad taoísta" y "Jerónimo García". Cuando leo "maestro en sexualidad taoísta" pienso en una especie de shaolin/dalai lama de paisano, un poco como el ridículo chino de Vivesoy. Un señor Miyagi que aparece con aires venerables a explicar, con un español roto e impreciso, cosas sobre concentración y disciplina en el sexo. Pero... ¿Este duende tortuga se llama Jerónimo García? Como el whisky del país, no me da buena espina. Del docto Yoda de carne y hueso, la imagen mental evoluciona hasta un melenudo hippioso que admira la cultura oriental o, aún peor, un friki gordinflón y desaseado que ha profundizado en el sexo taoísta.

Se trata, claro, de lo que yo llamo "efecto restaurante chino", en el que los camareros de un chino deben ser asiáticos aunque su origen se encuentre media asia más allá del de los platos que sirven. Si alguien me va a hablar de sexo taoista, mejor que sea un chino bajito. Si no, no me fío, espero una versión adulterada, o del todo inventada, de alguna clase de filosofía vagamente orientalizante pensada para sacarle el dinero a pobres inocentes preocupados por su vida sexual que, incapaces de encontrarle soluciones en el ámbito occidental, buscan respuestas en la vana magia de Fu Manchú.

Pero, al margen de esto... ¿Qué será el Kung Fu sexual? Porque yo, al menos, relaciono el Kung Fu con estilos de lucha basados en movimientos de animales. ¿Será sexo imitando también estos movimientos? Porque entonces ya aviso: paso del estilo mantis.

¡Pero, pese a todo, esta idea animalesca no tiene en cuenta que en el cuerpo del anuncio se habla de sexo taoísta! Y, claro, la mayor parte de lo que conozco sobre el Kung Fu sale de Kung Fu panda... así que creo que hace falta documentarse más.

Según la Wikipedia (La que está en inglés, la única que vale la pena consultar) el kung fu son:

Chinese martial arts, also referred to by the Mandarin Chinese term wushu (simplified Chinese: 武术; traditional Chinese: 武術; pinyin: wǔshù) and popularly as kung fu (Chinese: 功夫; pinyin: gōngfu), are a number of fighting styles that have developed over the centuries in China. These fighting styles are often classified according to common traits, identified as "families" (家, jiā), "sects" (派, pài) or "schools" (門, mén) of martial arts. Examples of such traits include physical exercises involving animal mimicry, or training methods inspired by Chinese philosophies, religions and legends. Styles which focus on qi manipulation are labeled as internal (内家拳, nèijiāquán), while others concentrate on improving muscle and cardiovascular fitness and are labeled external (外家拳, wàijiāquán). Geographical association, as in northern (北拳, běiquán) and southern (南拳, nánquán), is another popular method of categorization.

Y el taoísmo:

Taoism refers to a variety of related philosophical and religious traditions that have influenced Eastern Asia for more than two millennia,[1] and have had a notable influence on the western world particularly since the 19th century.[2] The word 道, Tao (or Dao, depending on the romanization scheme), roughly translates as, "path" or "way" (of life), although in Chinese folk religion and philosophy it carries more abstract meanings. Taoist propriety and ethics emphasize the Three Jewels of the Tao: compassion, moderation, and humility, while Taoist thought generally focuses on nature, the relationship between humanity and the cosmos (天人相应), health and longevity, and wu wei (action through inaction), which is thought to produce harmony with the Universe.[3] The fundamentals of this belief lies within the Xiuzhen Tu.

Empezando por este último, se me ocurren tres cosas. ¿Quizás el sexo taoísta se basa en la compasión, la moderación y la humildad? Eso... ¿Eso cómo se traduce en la cama? ¿En este taller te enseñan a sufrir por tu pareja, hacerlo poco y no fardar?
No suena demasiado interesante. Y el asunto es aún peor si estas técnicas se basan en el wu wei, "la acción a través de la inacción". Para enseñarme a no hacer nada en la cama no me hace falta un falso chino, muchas gracias. ¡Quizás la clave no se encuentre en el tao, sino en los dos enfoques del kung fu!

Fue en este momento de la reflexión cuando, al volver a mirar la imagen, me di cuenta de que se trataba de dos individuos entrelazados de una de las formas más raras en las que he visto entrelazarse a gente, incluyendo a hermanos siameses. Pese a todo, esta imagen conecta directamente con el interés del kung fu por controlar mejor el cuerpo y los músculos... Y seguramente también la energía interior, porque vaya, todo lo que ayude al contorsionismo es poco.

¿Estaba en lo correcto?

Al volver a mirar la imagen, releí también el texto. Entonces sí que procesé los números.
Un taller de dos días. Que dura 12 horas.

Ahora lo entiendo. Al final resulta que "sexo taoísta" y "kung fu sexual" son otras formas de llamar al sexo tántrico.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Fragmentos nunca colgados.

Entradas que dejé de escribir, y abandoné... pero que el blogger guardó como borrador mientras las escribía.

A falta de inspiración, habrá que conformarse con rascar el fondo costroso del barril:

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"Flashback"

Siguiendo un link, desde la página web de un dibujante de cómics que siempre le había gustado, había encontrado la de otro comiquero con un estilo que le pareció muy atractivo. Koreano, sus dibujos tenían poco que ver con los que se relacionan con oriente, de ojos brillantes y pelos puntiagudos,

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"Yum"

Cuando abrió la puerta del bar, el apagado murmullo nocturno del barrio desapareció bajo una capa de jazz clásico. Ya había estado una vez en ese local, una especie de taberna de Moe con humos de intelectualidad pop clásico. Fotos y fotos de músicos de Jazz, pósters de películas pulp que ni el propio director, cuando aún vivía, recordaba haber hecho, pósters de películas pulp modernas, de la mano de Tarantino, fotografías evidentemente artísticas, porque estaban hechas en blanco y negro...
Había mirado el reloj de pulsera antes de abrir, y le había indicado que llegaba tarde. Por ello le sorprendió que, de los 22 invitados a la cena, sólo hubiese cuatro de sus amigas sentadas en una mesa desértica. El vacío se notaba todavía más por el hecho de que el bar era claramente pequeño para la cantidad de mesas que tenían instaladas y, además, porque el ambiente estaba dominado por el humo reptante y rollizo de docenas de cigarrillos encendidos.
Abriéndose paso con dificultad, se acercó a sus amigas. Alzando la mano, sonrió para saludarlas.
Una a una, les dio un par de besos en las mejillas, como manda la convención. Se sentó. Al borde del grupito de mujeres.
A su derecha, Ana. Una chica de altura equivalente a la longitud de su nombre, con una densa melena negra y gafas de pasta a juego. A la derecha de esta, Laura, a la que nadie en su sano juicio llamaría gorda, aunque tendría que estar borracho, además de loco, para considerarla delgada. Delante de ella, intentando controlar la avalancha de rizos dorados que se le desparramaba por todas partes, Sara. Y al lado de Sara, delante de Ana, Ester. Muy maquillada, de cuerpo quebradizo excepto donde otras se habrían puesto silicona, sonreía ante el mensaje que había recibido en el móvil.

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"Perdida"

Sonrió ante la canción que acababa de empezar gracias a la reproducción aleatoria del Spotify. "I feel burly", de los Bag Pipes. En realidad le hacía gracia por el videoclip, en el que un ser enorme y grasiento devoraba uno a uno a distintos cantantes, parodia de famosos reales, que le plantaban cara seguros de que su excelente físico les permitiría vencer al ser. Acababan masticados, entre sus fauces, hasta que el ser, cada vez más grande, acababa siendo el alma de la mayor discoteca del mundo, amado por todos los clubbers y ligando como un loco. Así, contado, quizás no parece gran cosa, pero en realidad era muy gracioso.

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[Sin título]

Lamiendo el borde inerte de la botella de Nestea (sin azucar) con los ojos cerrados, tuvo la impresión de que algo variaba el peso del recipiente. Abrió los ojos. Dentro del tubo de plástico, una mujer salvaje, pequeña y pálida, que se movía nerviosa balanceando los harapos blancos y polvorientos que la cubrían.
Asustado, Marcos soltó la botella, que rebotó en el escritorio y rodó por el suelo. La mujer salvaje presionó con fuerza brazos y piernas contra el plástico, para hacerse el menor daño posible, y cuando su carcel plástica se paró, se debatió intentando pasar por el cuello de ésta. Aunque era mucho más ancho que el de las botellas normales y corrientes, era pequeño para ella: como un barco en una botella, parecía demasiado grande para haber existido antes fuera del recipiente pero, en cambio, debía de haber entrado en él de algún modo.
Marcos la observó un rato, muerto de miedo. Después se acercó, como un artificiero aproximándose a un explosivo, y la alzó con cuidado. La mujer salvaje golpeaba las paredes transparentes que la retenían pero, Marcos percibió, sus golpes parecían no tener ninguna clase de efecto: ni afectaban al plástico ni hacían ningún sonido. Aunque la furibunda figura vociferaba también con fuerza, era incapaz de oir que hiciese el más mínimo ruido.

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Ahí las teneis. Ni siquiera recuerdo a donde iban la mayoría de estos textos.

Ahora que lo pienso, este post no es tan distinto de mis narraciones de sueños, no?

¿Qué tengo? De tó.

Tengo actualizaciones pensadas sobre temas morales, el valor de la vida humana, sobre el aborto, sobre las células madre. Reflexiones que llevo tiempo haciendo y que quiero poner por escrito. Y así llegar a terminarlas, porque nunca acaban. Empezaron cuando, hace años, una amiga mía, de personalidad dulce y naive, defendía el aborto porque "esos bichos no son personas, son monstruitos". La retomé cuando mi hermano estudió derecho romano, en el que se estipulan las condiciones para que un ser fuese considerado humano en un mundo potencialmente habitado por monstruos, dioses, semidioses y demás parafernalia de origen helénico. Y pareció que llegué a una conclusión satisfactoria hasta que, hace poco, el peso de uno de los agujeros de mi argumentación, mi defensa moral de la eutanasia, fue suficiente como para llevarme a una segunda reflexión seria sobre el tema.

Tengo ganas de hacer una reflexión sobre cine, cultura, géneros y referentes generacionales a raíz de "Scott Pilgrim contra el mundo". Hablar de videojuegos, de Lady Gaga, de Zombis Party y Arma Fatal, de mi amor por los ocho bits, del capítulo del libro "Adaptación" que habla de la adaptación de videojuegos.

Tengo ganas de hacer reflexiones, de decir cosas interesantes, de escribir en el blog. De escribir algo más que sueños, me refiero.

Pero me siento atontado. Incapaz de escribir (y de hablar) usando las palabras correctas. Y no usar sonoridades parecidas, traducciones literales del inglés y demás deformaciones que plagan mi redacción actual.
Ni siquiera recuerdo lo que he soñado esta noche.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Sueños, de nuevo.

Un pequeño y anticuado vestuario. En este episodio, el de las mujeres estaba en obras, y Jerry, George y Kramer ofrecían a Elaine compartir el de hombres. Ella, con sonrisa sarcástica, aceptaba, pensando que ellos tendrían mucha vergüenza.
No la tenían. Empezaban a cambiarse, como si nada, y a pasar a la ducha por turnos, mientras Elaine se sentía tremendamente incómoda, pero no quería demostrarlo. Mientras todo esto ocurría, un George tapado unicamente con una toalla hacía varias cosas, como llamar por teléfono o peinarse, con objetos que momentáneamente parecían penes, hasta que se descubría que no.
"George, debo decirte que me gusta como, en este episodio, te hacen sacar todas estas cosas para captar de pronto la atención del público. '¿Se están atreviendo a enseñar el pene de George en antena?' y bam, no, era un teléfono. Muy gracioso"
"¡Sí, es cierto, nuestros guionistas son buenísimos!"
Entonces Elaine estallaba, diciendo que esto era intolerable, que que amigos se cambiasen juntos en un vestuario no era normal, y que estaban simulando comodidad solo por no admitirlo y dejarla mal a ella.
Mi turno para ducharme ya había llegado, ahora que Kramer había regresado de debajo de la ducha. Me metía, con una toalla al cinto, mientras él le contestaba a Elaine con su desparpajo habitual.
La ducha era, en realidad, un sistema subterráneo de salas embaldosadas. Al llegar a cierta puerta, semiabierta, te veía dento, eso sí, completamente tapada con una toalla. Nos veíamos, y te sorprendías, pero no me dejabas acabar de disculparme por haberme equivocado y haber entrado en las duchas durante tu turno. Le quitabas importancia al asunto con ese tono y esa mirada gacha que usas siempre para demostrar desinterés.
"Toma, tu duchate aquí" decías mientras me encendías la ducha de un manotazo, pegándome al cuerpo con el agua la toalla que llevaba puesta "que yo ya me iré a la sala del agua caliente".
Era un pequeño edificio de una planta lleno de vapor que, por alguna razón, se llamaba 'sauna alemana'. Y, sí, he dicho edificio. Más allá de la esquina donde te había encontrado, se extendía una enorme sala de duchas completamente desproporcionada. Era, de hecho, una versión embaldosada y con techo de una cancha de basket, no muy distinta de la que hay frente a la biblioteca de mi alma mater, pero con duchas de vestuario en las paredes. Incluía a la población marginal que acude a la versión real del lugar para encestar un rato. Y, al fondo, el edificio.
Te veía alejarte, entre la muchedumbre, perfectamente distinguible porque eras la única de blanco (por la toalla) entre una multitud de ropajes callejeros. Pero de pronto, desaparecías. Me había distraído una chica vestida también con una toalla, pero que encima llevaba una sudadera azul cielo. Por un instante creí que eras tu, lanzando la pelota. Pero no. Era una muchacha de piel muy morena y larga melena, que jugaba al basket con amigas de constituciones completamente distintas.
Nunca te veía llegar a la 'sauna alemana', pero imagino que es allí donde estabas.
De entre la multitud, un negro ochentero, alto y delgado como un poste de teléfonos, se acercaba con andares elásticos. Llevaba una gorra ridícula y un chándal chillon, fucsia, verde y amarillo pese a ser solamente azul marino. En vez de hablar, rapeaba, y pese a que las palabras que yo oía no eran amenazantes, sabía que estaba marcando territorio porque la chica a la que miraba, la de la sudadera azul cielo, era su novia. Me asustaba este gigante enfadado y pendenciero, y me sentía indefenso desnudo y empapado, lejos del vestuario y sin saber dónde estabas después de tu desaparición. Y Sabía que rap habría sido una clara amenaza de haberlo escuchado en versión original, pero el doblaje era malísimo.

domingo, 17 de octubre de 2010

Sueño del 15-10-2010

Mi sueño empezaba en una cocina. Me comía una pizza entera y luego recordaba que no debía, que estaba haciendo una cara y estricta dieta de batidos de proteínas, pero en el momento me había olvidado.

En uno de esos cortes abruptos de los sueños, me encontraba en un pueblo. Mi enamorada me había invitado a conocer a sus familiares rurales, que habían venido a recibirnos. Todos se me adelantaron para entrar en la casa, en un enorme recibidor con un asiento arquitectónico dónde estar al fresco y conversar, una especie de cocheras reconvertidas. Pero antes de meterme allí, veía a los perros, un montón, "ya sabes que en el campo tenemos muchos perros", me decían los parientes pueblerinos. Eran todos enormes, peludos, magníficos... pero no eran nada ante un ser que convivía con ellos. "Otro perro" que no se movía con la energía afable de los cánidos, y en vez de con su trotar alegre, contaba con los lánguidos movimientos de un felino. La cabeza, de morro cónico, estaba dominada por dos ojos azules y penetrantes, tan puramente humanos que eran inhumanos. El cuerpo, más de esfinge que de can, se desperezaba lentamente mientras mantenía su mirada fija en la mía. Sonrió, con sus dientes finos y punzantes como agujas. Me paraba a observarlo, y por ello me adelantaban los perros y los parientes, y mi enamorada. Cuando, al fin, me decidía a seguir caminando, le oía decirme -o eso creía- "¿Qué te pasa, Carlo?", con una malignidad y frialdad infinitas.
Entraba en la cochera, y buscaba a la chica entre toda la parentela, pero no la había encontrado todavía cuando el can-esfinge me atacaba. Su cabeza se había dividido en dos y, desde atrás, me había atrapado las manos con su boca terrible. Una abuela me decía, con total calma e indiferencia, que era lo normal, que había atacado a otros chicos antes que a mi. Estos de ciudad desconocemos todo lo que se hace en el campo, oiga. La presa empezaba a causarme pinchazos dolorosos, pero eso no era nada, había de llegar a amputarme las manos.
La buscaba a ella entre la gente, y finalmente allí estaba, sentada, como uno más.
Los dientes se empezaban a clavar en mis manos indefensas. Esperaba que ella dijese algo, que parase este salvaje ritual rupestre. No lo hacía. Seguía sentada, mirando fijamente, con la misma mirada del monstruo antes de que me atrapara, aunque sus ojos eran de un brillante marrón dorado en vez de azules. Sentía cómo los dientes del ser penetraban la carne que rodeaba mis uñas, haciéndolas salirse del sitio.
Ella me miraba todavía, en silencio y llena de satisfacción. Llegó a esbozar una sonrisa no consumada.
El ser seguía mordiendo.

En otro corte, me econtré en la cocina de mi casa. Insultaba a mi padre hasta que quedaba arrinconado en un rincón y echaba a llorar.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Simbolismos evidentes.

Esta mañana estaba decidido a transcribir el sueño que he tenido. Evidentemente, ya no recuerdo la gran cantidad de detalles que había, pero sí se me han quedado los motivos básicos por lo que lo quería compartir: Un simbolismo tan clásico como evidente.

Después de un viaje en familia (sueño con viajes cuando tengo que hacer trabajos y cosas por el estilo), en el que mi hermana era un bebé y mis padres estaban extrañamente risueños (y más en un road trip de estos, que les ponen de los nervios), llegábamos a un lugar que resultaba ser francófono. Vamos a una farmacia, a comprar unos plátanos para comer, y a continuación vamos al hotel. A Santiago y a mí no nos gusta la habitación que nos dan, pero en fin, salimos un rato creo que a comprar cómics, pero no estoy seguro, y Santiago vuelve antes que yo. Cuando yo regreso, me dice que ha encontrado otra habitación. No tiene número, por lo que no hace falta tarjeta para entrar, y es grande y lujosa.
Hacia la mirad del pasillo de nuestro cuarto (que está en la esquina), algo más allá del mostrador (porque hay uno en cada piso, tipo hospital), hay una especie de distribuidor largo, con dos puertas. Una a medio trecho y una, doble y abierta, al final. Esa es la del cuarto que Santiago nos ha conseguido. Grande, con unos acabados lujosos, blancos duros y brillantes (nada que ver con la moqueta húmeda y los tonos apagados del cuarto que nos había tocado). La cama, aunque es de matrimonio, es una maravilla. Me preparo para dormir, en calzoncillos, porque es verano. Santiago ha cerrado la puerta con pestillo, y nadie sabe que estamos allí, ni siquiera nuestros padres profident. A mi me da cosa, y no me habría atrevido a hacerlo, pero el Santiago decidido ha buscado el cuarto, lo ha preparado todo y me ha convencido de ir.
¡Qué cama tan cómoda!
Pero, tumbado para dormir (lo normal sería que Santiago también estuviese en la cama, pero no) empiezo a oir ruidos raros. Gruñidos. Gemidos. Golpes en la madera.
Santiago, que no sé dónde está pero está cerca, me cuenta que parece ser que en ese cuarto cerrado que hay en el distribuidor vive encerrada la hija retrasada del rey de Francia. Veo la puerta, doblándose, como de goma. En la rendija que queda, se ve una mano como la de ET pero con piel finísima, empujándola con los dedos como ramas bulbosas. Gruñe y gime como un grotesco retrasado mental de película. La luz de su cuarto es rosa, hay algo de vapor, y hay algo de sexual en ella. La tienen ahí encerrada porque no quieren que nadie la vea, es secreta. Y ella intenta escapar, pero no puede. Su presencia es enorme, como la de un lémur gigante, un monstruo encerrado, una especie de dragón blando, idiota y con olor a melocotón.
Como ya sé qué es, duermo tranquilo. No se me ocurre preguntarme como es que Santiago sabe todo esto, especialmente si es un secreto de la realeza francesa.

A la mañana siguiente, despierto con Santiago en la ducha. Sale de ella, vestigo y repeinado, y anuncia que se marcha a ver qué hacen nuestros padres. Quita el pestillo y se va. Me dispongo a ducharme, me quito los calzoncillos, cuando caigo en la cuenta de que no tengo ropa para después de la ducha. Incluso los calzoncillos que me acabo de quitar han dejado de existir.
Me enfundo en el albornoz y salgo, pasando por el lado de la puerta cerrada, hasta llegar al mostrador de la planta, donde una guapa recepcionista me atiende con una candidez enorme. Me abre la puerta del cuarto donde se supone que debía dormir, y donde está la maleta. De hecho, me da la llave magnética. No sospecha que he dormido donde no debía.

Pero, cuando entro en el cuarto con número, encuentro dentro a Santiago... Y a un hombre idéntico a Oscar, pero vestido de detective. Tiene a Santigo cogido por el hombro, y con la mano que tiene libre, me muestra su cartera con la placa. Pese a que tiene el aspecto de Oscar, no es él, y solo lo reconozco ahora que estoy despierto. En ese momento era un detective de la policía muy enfadado y que nos había pillado. Y yo ya no estaba en el cuarto con número, estaba de nuevo al lado de la cama de matrimonio de la cama que no debía, sin ropa, solo con el albornoz. El policía seguía con Santiago en una mano y la placa en otra. Me informaba de que la habiamos líado. Que la hija retrasada del rey era un secreto de la monarquía francesa, y que por ver su cuarto, ibamos a ir a la cárcel. Mientras hablaba, veía de nuevo la mano grande y nudosa empujando la puerta medio de goma, con sus vapores, sus olores afrutados y su luz rosa. Cuando el poli acabó de hablar, me desperté.

Normalmente me despierto en momentos de tensión de los sueños, cuando estoy acorralado, pero esta vez me he despertado con ganas de saber qué pasaba. Me he maldito a mi mismo por despertarme siempre en estos momentos. Pero, pensándolo, este sueño ya me lo ha dicho todo. Y el simbolismo básico está claro, en un sentido básico de la mente freudiana:
Yo soy... bueno, el ego.

Este Santiago es una manifestación de las pulsiones que mi subconsciente no consigue controlar, y toda la zona donde vive encerrada la hija monstruosa, con sus habitaciones adyacientes, es el subconsciente lleno de monstruosas pulsiones que, en este caso, tienen un claro componente sexual. Y el detective es el superego, claro.

Curioso que el superego no hayan sido mis padres, idiotizados en este sueño, ni un profesor (bueno, Oscar fue mi profesor, pero es basicamente mi amigo... Y en este caso no era él, solo era su físico), y que en cambio Santiago venga a ser un guía "negativo". De algún modo, es la parte de mi ego que está en la frontera del id, donde a veces hay fugas.

Y me ha faltado mi típico psicopompo positivo, encarnado siempre en hombres negros estereotípicamente (y hasta racistamente) africanos, perfectos ejemplos del "magical negro".

Podría entrar en más detalles, como por ejemplo que ese día el dedo de ET se había sexualizado porque había leído una broma en la que se decía que lo había usado para poner huevos en Elliot, antes de largarse, pero da igual. El caso es que era un sueño importante (como todos mis sueños importantes, tiene olfato y tacto) y por eso me ha impresionado al despertarme aunque no lo hubiese entendido.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Música, Audiovisual i Posmodernitat

Mi trabajo para Radigales. Notareis que incluso aquí hago referencia a Philip K. Dick.

"Música, Audiovisual i Posmodernitat.

1– Processant el curs
Aquesta assignatura, que preten reflexionar sobre la música a la posmodernitat (i, en conseqüencia, requereix reflexionar sobre la música en relació amb d’altres elements, com l’audiovisual i la tecnologia o la música en altres contextos culturals), té una serie de temes i de conceptes que es repeteixen. En pensar en l’evolució històrica del fet musical, s’acaben recuperant idees que s’esgrimeixen en la reflexió sobre el videoclip. Quan parlem dels efectes que tenen sobre el consum cultural les noves tecnologies, es repeteixen algunes consideracions que ja s’havien expressat en parlar dels estereotips sobre la música clàssica.
Per aquesta raó, per tractar els continguts de l’assignatura, sembla més lògic guiar-se per criteris temàtics que per un ordre purament cronològic.
De la mateixa manera, el més interessant per aquest tipus de treball és la de condensar les reflexions i conclusions a les que s’ha arribat, en comptes de fer de taquigrafista de jutjat i apuntar cadascuna de les coses que s’hagin discutit durant el curs. De fet, el viatge intel•lectual i de reflexió colectiva que es van fer a classe durant la durada del curs són similars al que s’espera d’aquest treball, que a més de recollir idees del curs, ha de de servir per recopilar les reflexions de l’alumne en concret, en relació tant amb el que s’ha dit a la facultat com amb les seves pròpies experiències.
En tot cas, les reflexions no es deslligaran del dit a classe, evidentment, ni tampoc forçaran un ordre diferent al del propi ritme de l’assignatura. Mentre sigui coherent, l’ordre proposat a classe es correspondrà amb el del treball en aquest intent per pensar sobre la música i la posmodernitat. Però sempre amb la meva lent personal i centrant-se en els aspectes de l’assignatura que m’han resultat estimulants intel•lectualment (la qual cosa no vol dir que m’hagin fet arribar enlloc, només que m’han fet pensar!)

2- La música com a objecte d’estudi
Així doncs, per parlar de música, sembla que el primer que s’ha de fer és, precisament, definir què és la música. Després d’una serie d’intents per part dels alumnes de definir-la, on van apareixer conceptes com el de so, estructura, art, emoció i creació, es va arribar a la definició canònica:
La música és un mitjà de comunicació que es transmet a través del so, que s’encarna en una cultura i que no sempre és art. De fet, aquesta comunicació pot ser artística o comunicativa.
Aquesta idea té un punt d’interés molt important: elimina l’artisticitat de la música com a condició necessària. El lloc comú és que considera el compositor com a artista, però, com es recordava a classe, també és música, per exemple, una ràfaga de radio i, en canvi, no te cap intenció artística al darrere.
També és interessant, en aquest sentit, que no parli de melodia en cap moment. Com es va dir després durant la classe, resulta que la melodia, tot i tenir els seus inicis al tratre grec, va passar a ser tan important per causa de la cultura judeocristiana, que va eliminar el ritme (perquè el ritme porta al moviment, i no a la contenció) i es va quedar amb la melodia. I, en una inversió curiosa del paper de l’esglesia, el ritme va tornar a la cultura occidental de la mà dels negres cristians i del seu gospel, que fusionava la religió amb els ritmes africans que havien sobreviscut intactes perquè no s’havien vist ofegats per cap esglesia.
Tot aixó és un exemple notable d’un altre dels elements interessants de la definició, la que fa referència a la relació estreta entre una cultura i la seva música.

Potser no fa arribar a conclusions escandalitzadores, pero aquesta definició permet crear un marc ampli pero amb límits clars, perfecte per treballar amb un cert rigor un tema tan instintiu i “expandible” com el de la música.

És important la idea que els jingles publicitaris no son música artística, perquè la seva intenció és de memotècnia, ni tampoc les músiques de cultures tribals que es comuniquen a través de ritmes, perquè la intenció no és artística sino comunicativa.
La música artística és la que està pensada per expressar, per emocionar sensorialment, crear una experiència emocional i estètica. La música no artística està pensada per fer altres funcions. Però hi ha un fet comú. Estan pensades.
Entrem a un altre territori per definir la música. Si abans hem decidit que la podem dividir en música artística o no artística, ara veiem una altra forma per discriminar-la, que en deriva. Perque, si la música fos simplement artística, els purs criteris de crítica estètica servirien per saber quina és vàlida i quina no... però com podem saber-ne la qualitat quan l’art és només una de les seves intencions?
Decidint si es tracta d’obres bones o dolentes i efectives o no efectives.

Si una peça és bona o no ho és es basa en una qüestió bàsica: Que sigui producte d’un pensament, és a dir, que es comprometi amb certes idees i que la forma que prengui sigui fruit d’una reflexió i respongui a una intenció.
L’exemple de classe, sorpenentment polèmic, va ser la famosa “Cançó del Cola-Cao”. Es tracta de música dolenta perquè no respon a res, és com és per comoditat, imitant un estil anticuat sense cap motiu en concret. Simplement és una cançoneta memorable. Però aquí és a on apareix el segon criteri, el de la utilitat: La cançó del coca-cao és dolenta, però útil. Moltíssim, de fet, tenint en compte que tenia un objectiu, el de ser recordada per, així, recordar la marca. Si un considera els anys que fa que circula i la posició sòlida que té a la cultura popular espanyola, és evident que pot ser tan dolenta com vulgui però que excel•leix a l’hora de l’efectivitat.

Tot aixó, però, em crea certes preguntes. La música, com a acte comunicatiu, potser l’únic que necessita és ser efectiu? Sempre que la manca de reflexió intel•lectual en la formació d’aquest missatge no comprometi la seva efectivitat, quina necessitat té seguir algun criteri més enllà del d’aquesta efectivitat? (És a dir, i seguint un exemple de classe, quina importància tindria que jo em posés a parlar català del segle XV sense motiu sempre que el missatge que vull transmetre arribi adequadament al meu interlocutor?) Si no suposa un soroll comunicatiu, no sembla que tingi cap importància sempre que no s’entri en el terreny de l’expressió artística. De fet, l’art no té per què tenir un objectiu i, per tant, ens trobem amb el problema oposat: Què ens importa la utilitat de la música bona?
Em sembla, però, que aquestes preguntes tenen una solució senzilla: Son dos barems que no te cap lògica considerar junts, i que si a classe es van presentar en tàndem va ser perquè tots dos eren una resposta als criteris “tradicionals” per categoritzar la música. Així, finalment, que a la nevera hi tingui pomes verdes i pomes grogues i també pomes dolces i pomes insípides no implica que s’hagin de considerar les dues categories com un tot, encara que la tendència natural és la d’intentar relacionar-los d’una forma o una alta.

Dins dels conceptes per categoritzar la música, a classe es va donar molta importància a la distinció entre “música clàssica” i “música actual”, que ja des del principi es va dir que era falsa. Com a lloc comú cultural, resulta evident, però, com li passa a molts altres llocs comuns culturals (que també es poden anomenar prejudicis), es tracta d’una concepció que no sobreviu a un anàlisi més estricte. O, ni tan sols cal que sigui estricte: un simple intent per distingir-ne algunes característiques ens va portar, a classe, a veure que es tractava d’un exercici futil: al final, encara que fos difícil de veure amb la nostra òptica empapada de prejudici, la distinció no es podia fer. De fet, el visionat del capítol de En camp contrari, va resultar extremament il•lustratiu perquè tothom involucrat, els protagonistes, els altres personatges i els mateixos documentalistes, estaven completament submergits en la idea de la gran distinció entre música clàssica i música moderna.

Després d’una feina de destrucció d’esquemes, però, cal oferir altres opcions. A classe, finalment, es va decidir que, a més de pel criteri de qualitat que ja s’ha explicat, hi havia altres alternatives de classificiació que si que poden resultar valides. La primera, la que organitza la música segons la seva època. La segona és la que classifica segons el format, tant en el sentit de la gramàtica musical (distingint entre cancó, balada, simfonia...) o segons si el so es elèctric o no elèctric. Una altra opció seria la de la música urbana o no urbana, tenint en compte el context en que van sorgir.

Per què, però, aquesta especie de desconeixement de la música, aquesta falsa dualitat que la cultura en general accepta sense ni plantejar-s’ho?

3- Desconnexió musical
Segons el que es va dir a classe, les raons bàsiques sembla que son dues.
La primera, és el divorci entre la banda acadèmica de la música i la popular que va aparèixer amb les avantguardes del segle XX. La música popular es va desenvolupar al marge de l’academicisme que comporta la idea avantguardista de l’art complexe, que no tothom pot llegir. Una escisió entre el popular i l’intel•lectual que, però, no va comportar una evolució del llenguatge músical equiparable al que va produïr-se gràcies a les mateixes avantguardes (i a la seva assimilació final per l’art popular) en àmbits com ara les arts plàstiques.
I per què va passar aixó?
Un element important per aquesta mena d’estancament és la tendència que ha existit a escoltar músiques del passat, una pràctica provinent des les idees romàntiques que van aparèixer al segle XIX, que en trobar en el passat una època d’esplendor, van portar a recuperar aquestes músiques anacròniques. Però, alimentant-se d’aquest fet, hi ha un altre element que potser té encara més importància, que és l’aparició de la fonografia. Amb la possibilitiat de sentir música gravada, no només es recuperen peces del passat, sinó que se senten sempre les mateixes interpretacions d’una peça concreta. Tot aixó porta, si, a una democratització del fet musical, però amb la recerca de la comoditat que l’accés universal pot comportar.
D’aquesta manera, el llenguatge musical queda estancat en una repetició sistemàtica de música en diferit, amb uns continguts que resulten còmodes perquè formen part de llenguatges antics i, per tant, assumits, ja sigui perquè van ser creats en el moment en que aquell llenguatge era el de l’època o perquè participen d’aquest llenguatge musical en rescatar-lo.
Tot aixó resulta en una espècie d’“ignorància musical” que configura el panorama del món de la música actual, en que l’acomodament i la omnipresència musical, possibles gràcies a l’evolució tècnica de la fonografia, porten a una escolta passiva, acrítica i poc selectiva (convertint la música en muzak), i a la creació per motius artificials (que es farien evidents sense aquesta “ignorància”) d’una hiperfragmentació de géneres en una exageració de la fragmentació posmoderna i seguint interessos comercials.

4. Connexió musical
Aixó no significa, però, que la música sigui un aspecte secundari en la societat actual. De fet, és un element vertebrador de la identitat de molts individus, i no em refereixo a la forma en que la música d’una societat parla de i configura aquesta societat, sino d’una forma molt més dirigida i fragmentària, subcultural.
A classe es va parar atenció al rock and roll, potser un dels casos més clàssics d’aquest efecte, i a la seva fragmentació en diversos estils per agradar a diversos grups, per motius econòmics, i l’us del rock català com a element políticoideològic (El qual es va “descobrir” analitzant l’audiovisual Rock & Cat.)
Un dels casos, però, en que més hiperfragmentació es dona és el del món de la música electrònica... Un dels temes importants de l’assignatura, perquè hi conflueix aquest paper socialitzador/marketinguesc de la música hiperfragmentada, la “incultura musical” i la mala categorització musical. Ja per començar, la música electrònica no és un gènere, sino que és un suport que existeix gràcies als nous formats i que, sobre tot, manté els estils tradicionals i els desenvolupa aprofitant les possibilitats d’aquests nous suports. Tot i aixó, sembla que hi ha tota una constel•lació de subgèneres electrònics completament artificials que, però, compten amb certs grups que s’hi senten identificats, amb tota la construcció social, important per que la viu, i comercial, important per qui la genera, que aixó comporta.
Cal dir que aquest element social gairebé es demostrava a si mateix a classe, en parlar-ne, gràcies a tota una colla d’alumnes extremament ofesos. Si acceptaven el que es deia a classe, passaven de ser gent “guai”, coneisseurs capaços de separar el gra de la palla de l’enrevessat món de la música actual, a ser ignorants musicals enganyats per una col•lecció de falsos subgeneres dissenyats per motius comercials. A priori, cal acceptar la possibilitat que potser eren ells els qui tenen raó i resulta que els arguments esgrimits pel professor eren erronis, però com a mínim aquest sector ofès va ser incapaç d’argumentar res més enllà d’enunciar la genuinitat d’aquesta hiperfragmentació justificant-la per si mateixa. “Ho és perquè ho és”. O, encara pitjor, justificant-la usant-se a si mateixos com a argument. “Ho és perquè jo dic que ho és” (idea clara de l’esteticisme posmodern i, implícitament, “tinc raó perquè tu ets un ignorant i jo no”).
Evidentment, aquestes reaccions son naturals (a mi em passa, per exemple, quan es parla de la hiperfragmentació artificial en un món que per mi és important, el de la ciència ficció) perquè la música és un element primordial en la vida de moltes persones, en el procés lògic de la democratització musical que comporta la fonografia. En un món on la música és omnipresent, convertint-se fins i tot en muzak, ja sigui perque la tinguem posada de fons per treballar o fer esport o perquè ens la posin de per evitar-nos atacs de claustrofòbia als ascensors, fer-nos comprar més formatge o evitar que venguem crack als aparcaments, la identificació amb un cert tipus de música, “superior” a la resta (és a dir, l’adhesió, amb cert elitisme), que no es muzak, i que forma part d’un subgènere conegut i apreciat només per certs iniciats és un element de creació de grup i d’identitat importantíssim.
Potser es perquè porto mesos preparant un treball sobre la obra de l’escriptor Philip K. Dick que assegura que la realitat no existeix però les reaccions a aquesta realitat sí, però em plantejo: te realment alguna importància que la fragmentació sigui artificial i respongui a interessos econòmics? És a dir, és més important, de cara als individus que en participen, que aquestes realitats siguin veritat o els efectes que tenen sobre ells? Evidentment, per l’erudit és important arribar a un coneixement real, però per l’aficionat al progressive-house-indie-iranià, quina importància de facto pot tenir que aquest gènere en realitat no existeixi més que com el branding inventat al departament de màrketing d’EMI music si l’adhesió a aquest fandom el porta a una formació social i identitària vàlida, funcional i enriquidora? D’alguna forma, la idea és que el fet que hi hagi o no un monstre a l’armari és irrellevant, que el que importa de veritat és si aixó ens fa amagar-nos sota les mantes, enfrontar-nos al nostre temor i obrir l’armari o cridar desesperats fins que vinguin a veure què ens passa.
Evidentment, es tracta d’un plantejament que potser resulta massa relativista, i per aixó és potencialment estèril, però em sembla una reflexió interessant. Especialment si es té en compte un altre element bastant curiós: els interessos econòmics no només propicien l’existència de gèneres inexistents per motius econòmics. Gràcies a l’existència de la fonografia i a la ignorància musical, obres com la de Mozart pateixen una souvenirització, com es va dir a classe, i es crea una espècie de contrasenit. A partir d’interessos econòmics s’articula la creació de música, sí, però també es creen interessos econòmics a partir d’una música que les precedeix. Al final, la música sense indústria al darrere acaba sent el menys important de tota la marca i, en canvi, la música que parteix de la idea de crear una marca es torna l’eix transversal de tot un entramat econòmic i identitari a petita i gran escala, creant tota una xarxa industrial i de star system.
I, en un altre gir d’aquesta relació entre música i marketing, vam veure a classe com músics dedicats, per exemple, al món de l’òpera s’apropiaven del look de la música de disseny, adquirint els seus discos (i ells mateixos) un look similar al de gèneres com el pop o el rock.

5. Música amb extres
Ja es va dir a classe. El videoclip com a obra d’art total. La música, la imatge, la narració, en un magma en el que l’un no és necessariament menys important que l’altre. Com vam veure a la projecció del fragment del Sputnik, hi ha moltíssims tipus de videoclips, i son un banc de proves per la tecnologia i els narradors audiovisuals... Però, al cap i a la fi, per elaborada que sigui aquesta narració i per fabulosos que siguin els efectes especials, la música no perd protagonisme.
Sóc un gran fan del videoclip. Sóc infame entre els meus amics i parents per posar la Mtv o Vh1 i veure videos musicals, activitat que avorreix tremendament a qui m’envolta. Però crec que m’atrapa el fet que els videoclips siguin tan, per dir-ho d’alguna manera, complets. Són càpsules concentrades. Com a persona amb tendències artístiques, els videoclips em satisfan en el meu paper de públic, per una banda, i per l’altra em donen idees que, en molts casos, puc desenvolupar per camins completament diferents. Als videoclips s’hi pot trobar art, la marca d’un autor, o de més d’un si es té en compte que el video i la música tenen autors diferents... I, tot i aixó, els videoclips son, en gran part, una especie d’anunci per la cançó. De les estratègies publicitaries en sorgeix art. Em sona. El seu llenguatge intertextual i hiperfragmentat sembla l’expressió, en audiovisual, de certs paradigmes de la posmodernitat. És un cas de fonografia extrema, en que no només es serveix el cadàver d’una música, sino que a més a més se serveix amb patates delicioses. Les imatges que presenta estan tan tremendament tractades (com qualsevol imatge cinematogràfica) que es podria dir que articula un fet musical amb un diferit absolut.

Quina cosa, en canvi, és en directe? Els concerts. Uns concerts que, curiosament, han optat progressivament per reforçar la part visual, amb efectes especials, i de llum i, finalment, fins i tot videoclips. Però el pes del concert està en dos aspectes. El primer és la restauració de l’aura en la música. Els diversos graus d’enllaunat musical fan que, com amb tota obra d’art d’una època amb capacitat de reproductivitat tècnica, l’aura es perdi. Sentim música quan comprem calçotets, quan fem cua en un bufet lliure, quan agafem l’autobús o si anem al váter sense apagar l’Ipod. La música zombi és a tot arreu, i com els ácars, la seva omnipresencia li fa no tenir cap mena de glamur, encara que ens pugui estimular les alergies tan bé com un magnífic (i no quotidià per a la majoria) golden retriever. Aquest és un dels elements, el de la cabalgada de reis en que veus els músics de veritat, en directe, respirant un oxígen que comparteix espai amb el que tu respires.
L’altra part, però, i la que va rebre més atenció a classe, va ser el de la ritualització social. Anar a un concert implica un status, un formar part d’un grup i relacionar-se amb membres d’aquest grup. Parlavem del Sónar com a element de reunió elitista de conoisseurs modernillos, com a cas concret, perquè ens passava al pati mateix, però era extrapolable a d’altres moments històrics i altres concerts d’altres estils, com es va veure en parlar del rock and roll o, fins i tot, en el festival d’òpera de Bayreuth, idea de Wagner ja a 1876.
Aquest viure la música en grup, en directe, en un context determinat, pot portar a adonar-se del component onanista de l’Ipod, de la fonografia en general i dels canals de videoclips (i també del rebuig per part dels meus amics de mirar videoclips en companyia), però d’altra banda, mostren com elements propis d’aquesta zombificació musical s’han integrat tant a la nostra percepció de la música que s’obren pas en les seves manifestacions vives.
(Potser seria moment de parlar de la paradoxa del DJ, que amb fragments de musica gravada creen música en directe, però la veritat és que es tracta d’un concepte tan clar que hi ha poca cosa a dir.)

6. Un llaçet pel regal.
Finalment, el moment del resum/opinió que va al final dels treballs. El meu coneixement musical és molt limitat. Així com si que hem estimat sempre els llibres i tenim les parets plenes a vessar de quadres variats, a casa no hi ha hagut mai cap tradició melòmana, i aixó ha fet que la música hagi estat sempre un element present i apreciat però desconegut en la meva vida. És per aixó que algú amb més coneixements sobre aquest tema potser hauria pogut fer un treball que incloguès reflexions més interessants. Però, en el meu desconeixement, les qüestions generals relatives a la música m’han resultat molt interessants i estimulants, i també les diverses idees relatives a la vessant sociològica i artística del fet musical. Tot i que potser no arribi a enlloc concret, m’han fet pensar en la meva relació amb la música, en l’efecte dels Ipods i similars a la nostra vida personal, en la meva afició pels videoclips, en l’art en general i en que potser ja és hora de que vagi a algun concert. Ni que aquesta assignatura no haguès servit per res més, com a mínim hauria servit per decidir-me a solucionar aquesta omissió, greu desprès de 24 anys... Ja n’hi ha prou de menjar només morts enllaunats."

lunes, 9 de agosto de 2010

C...¿Comedia?

Estos días, que estoy en casa peleándome conmigo mismo para escribir mi master tesis, he visto algunas películas. Ayer, Parte de Hulk (la segunda, la de Marvel Studios). Anteayer creo, La Masa Devoradora. El anterior, Monstruos contra alienígenas...
Ha sido en este contexto que me he topado, también, con dos películas que me ha sorprendido comprobar que eran comedias. Por un lado, Gordos. Por el otro, Escuela de pringados.




La primera, dirigida por Daniel Sánchez Arévalo, se supone que es una comedia trágica. Amigos, debo admitirlo. Cuando la puse, haría unos minutos que había empezado. Y no pude acabar de verla, me perdí los últimos diez minutos o así cuando me llamaron mis padres preocupados por si me había cogido el tifus de estar yo solo en casa. Esa debe ser la razón de que me perdiera la comedia: me imagino que está condensada en esos últimos diez minutos.
Es decir, sé que el material de las comedias puede sonar muy poco gracioso si se explica tal cual, que lo importante es la ejecución... al fin y al cabo, me he carcajeado mil veces con El sentido de la vida y, contado así en frío, todo viene a ser entre idiota y grotesco. (Y he ido a buscar un ejemplo de humor oscuro, con lo cual quizás se podría decir que hago trampas)
Pero en la ejecución de Gordos no hay nada gracioso en la historia de un gay emplumado que lo ha perdido todo porque ha engordado grotescamente (y, SPOILER, deja en coma a su socio para, a continuación, acabar teniendo una relación con su mujer, cosa que le repugna tanto (es gay, al fin y al cabo) que acaba adelgazando a base de vomitar compulsivamente).
Tampoco en la de una puritana a la que la coraza religiosa le queda pequeña y que sufre como una condenada bajo el yugo de su prometido-monaguillo-maltratador psicológico. Ni en el de una mujer que SPOILER encuentra en un sobrepeso que odia la única forma de liberarse de las ataduras de su vida.
Ni en la de la adolescente a la que le hacen bullying y come para consolarse, ni en la de su hermano, SPOILERS ejecutor principal del bulling, que la maltrata porque se siente acomplejado por ser tonto, ni en la del "psicólogo anti gordura" que no puede seguir mirando a su mujer porque al quedar embarazada ha engordado.

La ejecución de nada de esto es divertida. Lo cual no significa que sea mala, ¿Eh? Tiene el patetismo que se puede encontrar en la base de mucha comedia, pero hace con él algo muy distinto. Una especie de retrato, de perfil psicológico, en el que descubrimos los motivos por el que los personajes están gordos (o, en algún caso, tienen otros comportamientos problemáticos) con la mirada del cínico que no lo es en realidad, la de la persona decepcionada con la vida.

Cierto que, claro, quizás sí tiene algo de gracia y yo no se la veo porque he sido gordo toda la vida. Quizás me siento identificado con las situaciones, los motivos, los sufrimientos y los comportamientos de los personajes y me quedo entonces solo con el retrato, muy interesante, de la gordura como síntoma vital.

Pero no sé yo... en el IMDB la crítica de usuario que leí al mirar la página coincidía en parte conmigo: evitad esta comedia porque no da risa. Aunque, claro, yo no la he considerado una comedia hasta que no me han dicho que lo era... y no recomendaré que se evite la película, siempre que se vea con un chip distinto al humorístico.



La otra es Escuela de Pringados. Lo admito. Al ponerla, he pensado que era una TV movie, y sólo la he dejado porque he visto un aula llena de pringados entre los cuales el actor que interpreta a Sheldon Cooper.
Pero pronto me he quedado para ver qué argumentos usaba la película, dispuesto a saltarle encima como un león hambriento si los métodos de macho mentiroso funcionaban o a decir que, bah, Hitch ya había dicho que esos métodos de macho mentiroso no funcionaban. No, no había pensado darle posibilidades... pero, lentamente, me ha atrapado. El protagonista, pringado enamorado, me ha hecho pensar en mi mismo. Había actores de nivel. La cosa, que prometía ser un festival de frustración de los que sufro cuando veo una película en que un protagonista más o menos inocente se ve envuelto en terribles cadenas de malentendidos, pero no llegaba a arrancar del todo por esa vía. El SPOILERS duelo entre el profesor y el alumno me ha interesado.
Pero es una película mal escrita. Abre puertas que no cierra. Juega a un crescendo que no sabe aguantar bien. Tiene un final que no cumple con nada de lo que haría falta (no puedes hacer que SPOILERS un personaje le arruine la vida al otro con saña, esté a punto de matarle por ser más listo que él y que al final todo quede en un calambrazo en los testículos y que la mujer, a la que ni siquiera vemos en pantalla, le deje)
Y, sobre todo, no hace ni p...nguna gracia. Entiendo el mecanismo de los chistes, pero no me hacen gracia. El negro enorme lleva una peluca. Divertido. El veterano de guerra traumatizado tiene muchos gatos. ja. ¿Le echan gelatina al viejo enfermo por la cara? Brillante. Oh, ¿El negro enorme se dedica a violar a los alumnos del curso para pringados? Diversión a raudales.

De nuevo, quizás el tema me toca demasiado de cerca como para que me haga gracia... pero, al ver la información sobre la película, he descubierto que el director es Todd Philips, el mismo que el de Resacón en las vegas, que tampoco me hizo ni p...siquiera sonreír aunque entendía el mecanismo detrás de los chistes. Quizás sí que esta película es graciosa y el estilo de este hombre simplemente no me hace gracia, pero, la verdad, me ha dejado más que nada con mal sabor de boca por el final pésimamente anticlímatico. Aunque rectifico una de las frases del principio. Esta no me ha sorpendido que fuese una comedia, de hecho he visto los engranajes de comedia intentando funcionar bajo su superficie... Pero, obviando el final, me ha parecido más interesante como simple comentario sobre dos tipos de hombre (el pringado sin energías ni masculinidad y el macho cabrón) y sobre su falta de funcionalidad a la larga...
Y no me ha hecho reir ni una sola vez, de hecho, la he visto casi como si se tratase de una película de suspense.

De los cinco minutos de Fuga de cerebros que vi ayer mejor ni hablamos.
TE ODIO. Pero no te pego porque romper espejos trae mala suerte.

jueves, 5 de agosto de 2010

Humo

El ambiente de la casa era denso, nauseabundo y nublado. La casa donde se había criado, donde había vivido desde los seis años, indundada por el humo. No había vuelto desde la migración, y él había cambiado mucho. De pequeñajo y regordete, a alto y espigado. De corto pelo de cepillo a estilosas melenas de diseñador gráfico. De niñito incomprendido a joven feliz y exitoso.
En realidad, no habría regresado si de él hubiese dependido. Pero ahí estaba.
El transporte les había dejado, a él y al autómata, en la entrada, para alejarse al instante y evitar los efectos nocivos del humo. Afortunadamente, como en los tiempos de su infancia, el portero no estaba en su sitio. Mientras subían por las escaleras lóbregas, no encontraron a ninguno de los vecinos. Eduardo no sabía cuales estarían por allí todavía, pero no tenía ningún interés en encontrárselos. El loco del sexto. El tuerto del segundo. La vieja del tercero, con sus perros eternamente pegados a los talones. No quería ni imaginar cómo serían ahora.
Y, por fin, llegaron a la puerta de su casa. Del Cuarto Segunda.
El autómata, de aspecto parecido al del carbón debido al recubrimiento protector, se hizo adelante y forzó la puerta, con la brutal delicadeza de la que sólo son capaces los seres automáticos. Entró un par de pasos, apuntando por si acaso con la Kalashnikov. Con un gesto de su cara de radiador le hizo entender a Eduardo que pasara, que el terreno estaba libre. Entró, pero intranquilo. Por un lado, no podía llevar armas. No solo eran órdenes rituales, venidas de las altas esferas, sino que además era pura física. Con una mano debía controlar la manguera que llevaba conectada al bidón de la espalda. Con el otro, debía llevarse el vaso de plástico, que llenaba cada pocos minutos con el líquido negro y espeso que le permitía seguir con vida, a la boca. Por otra parte, habían pasado muchos años desde que había estado en ese recibidor por última vez, y la emoción y la incertidumbre le abrumaban. El reloj de la entrada, antiguo y siempre parado, parecía vivo, o más bien agonizante, entre la niebla oscura. En la casa no se oía nada concreto, pero estaba llena del sonido que, quizás, haría un viejo gramófono cubierto de gelatina. Una suave interferencia parecida al respirar de un ser inefable, un ambiente de suaves ronquidos de brontosaurio borracho.
Eduardo se hacía deslizar el magma negro y alquitranoso por la garganta a intervalos regulares, mientras avanzaba. Los pasos sobre las viejas y polvorientas alfombras no conseguían levantar más que un confuso murmullo. Los ojos azules, enanas blancas en las cuencas cibernéticas del autómata, penetraban la extraña luz de la casa, que lo amortiguaba todo dándole un aspecto de tumba subacuática.
El salón, enorme, vacío como el interior de una ballena disecada. Desde los cuadros, las figuras con ojos parecían devolverle una mirada vidriosa, desprovista de vida pero llena de intención. Los que no tenían ojos, casi tenían una mirada más pavorosa.
Eduardo avanzó, junto al sofá, bordeando la mesa redonda alrededor de la cual habían cenado él y sus padres durante más de una década. Parecía un extraño tronco amorfo y abandonado, entre el resto de imágenes espectrales de su pasado que se erguían alrededor. Se quedó quieto ante la puerta que comunicaba el comedor con el pasillo, observando las figuritas que había sobre la cómoda que reposaba sobre la pared del fondo. Las había traído él, de un viaje hecho con el colegio. Sintió la tentación de recuperarlas, de recuperar esos regalos comprados con esfuerzo, con el sacrificio de una estupenda máscara veneciana que no pudo comprar si deseaba obsequiar a sus padres con algo bonito. Pero, recordó la película que había devorado tantas veces en su infancia, al entrar en la cueva de las maravillas, uno debía ignorar todos los tesoros... menos el que había venido a buscar. La lámpara mágica. El Macguffin milagroso. Además, tenía las manos ocupadas. No habría sabido cómo llevarlo.
Su autómata interpretó esa parada como una señal para que se asegurase de que la via estaba libre. Con quirúrgica velocidad, abrió la puerta y comprobó que el pasillo estaba vacío. A la derecha, la puerta de la cocina. Más allá, al fondo, las puertas de los cuartos.
Entraron en ese intestino cuadrado y nauseabundo, y Eduardo prefirió dejar de visitar su viejo cuarto. No quería pifiarla. Sólo podría efectuar una pausa ritual en sus libaciones protectoras, y no podía malgastarlas en sentimentalismos peligrosos. Tragando líquido negro, siguió más adelante, hasta pasar por enfrente de la puerta del cuarto de invitados. Un ruido le sobresaltó. Un rugido. Un vómito sonoro e inconexo de sílabas y gruñidos. El autómata se dispuso a entrar en acción. De una patada, echó la puerta abajo. Arma en ristre, entró en el cuarto, seguido de cerca por un asustado, pero curioso, Eduardo.
Encadenado a la pared, un ser grotesco, de piel dura y espesa como la de un rinoceronte secado al sol. Las fosas nasales abiertas, la boca sin labios y repleta de minúsculos dientes oscuros abierta y babeante, los mínimos ojos de pescado miope desencajados pero concentrados en las figuras que acababan de entrar. Tiraba con fuerza de las cadenas, que sonaban con tintineos desagradablemente graves, mientras el pelo blanco y gruesamente rizado se le erizaba como el de una bestia salvaje.
Así que esto era lo que había sido de papá.
Eduardo avanzó un par de pasos más. El ser, furibundo, intentaba abalanzarse sobre él. De sus ropas, sólo quedaban andrajos. Podía ver la cicatriz del bypass que le habían tenido que hacer a su padre cuando él apenas acababa de entrar en la adolescencia. Las uñas le habían crecido, como enmohecidas conchas marinas, y su pene grotesco colgaba en violentos vaivenes, entre los harapos como una fea e inútil trompa.
Asqueado, Eduardo se marchó, precedido por el obediente autómata, y cerró la puerta, maltrecha. Era una suerte que lo que había venido a hacer no tuviese nada que ver con papá. O con lo que fuese ahora, esa especie de animal.
Pudieron dar pocos pasos antes de oir una voz.
Del fondo del pasillo, del cuarto de sus padres, la voz que casi había olvidado pero que nunca llegaría a olvidar de verdad.
Desde detrás de la puerta entreabierta, mamá llamaba.
"Eduardín. ¿Eres tu?"
Eduardín dio un paso. Y otro. Y otro. La voz de mamá. La voz que oyó cada día durante nueve meses mientras todavía era un amasijo de células cada vez más parecidas a un ser humano convencional. La voz que le animaba y le reprimendaba en su infancia, que le hablaba mal de sus novias cuando las traía a casa y le consolaba cuando se marchaban definitivamente.
Esa voz, perdida para siempre, que ahora le llamaba. ¿Cómo negarse?
Llegó ante la puerta. La abrió, lentamente.
El cuarto estaba inundado de la misma luz crepuscular y subacuática que el resto de la casa. Detrás de la cama de matrimonio, perpendicular a la pared derecha, mamá estaba de espaldas, ordenando los objetos que había sobre la cómoda.
Pareció que los ojos se giraban antes que el resto de la figura gris y marchita. Eran los ojos de mamá, los de siempre, pero mayores, grandes como los de un bebé, como los de un buho, como los de un buey. Pese a todo, la vieja cara seguía siendo la misma. Los mismos labios, aunque ahora eran de color blanco azulado. La misma nariz, aunque ahora parecía precariamente pegada al resto de la piel. Esa incipiente papada de pellejo suelto, que tanto la había incomodado, ahora colgaba a sus anchas.
Había dejado lo que fuera que tuviese en las manos, y ahora pendían ante su pecho, como las orejas de un sabueso cansado y abatido.
"¡Sí eres tu, Eduardín! ¿Traes a un amigo?"
El autómata la apuntaba insistente y sereno con el arma. Eduardo tenía dificultades para tragar el brebaje oscuro.
"Espero que no te de vergüenza darle un beso a tu mamá enfrente de tu amigüito" dijo ella avanzando, sorteando la cama. Extendió los brazos, huesos envueltos en una endeble cobertura pendulante. "Ven, ven a darle un beso a mamá".
Cuando se movía, se podía ver que estaba rodeada de finísimos hilos. De una verdadera telaraña de ectoplasma, que se desmenuzaba con cada uno de sus movimientos pero que nunca parecía dejar de estar encima de ella. Insistió. "Ven, hijito".
¿Podía evitarlo? Claro que no. Las piernas avanzaron, lentamente. El cuerpo las siguió. Los brazos, impertérritos, siguieron vertiendo y llevando a la boca el líquido negro.
"Ven, ven con mamá."
Se encontraron al pie de la cama. Eduardo hundió su cabeza en el pecho de su madre mientras ella se la rodeaba con los brazos, como cuando era niño. Apoyó su cabeza gris sobre la de él, y empezó a hacer los ruiditos que solía hacer cuando estaba disgustado y quería consolarle.
Eduardo lloró. Lloró cómo no lo había hecho en años.
Después se llevó a los labios el último vaso de mejunje negro, lo tiró al suelo y tomó una gran bocanada de aire.
Como una exalación, siguió el movimiento que había ensayado tantas veces. Empujó a su madre para liberarse de su abrazo, extrajo el machete del chaleco y le abrió el pecho a mamá desde el apéndice hasta el hombro.
Ella tragó aire, con violencia, cómo si acabase de salir de un largo buceo. Cayó sobre la cama, y Eduardo, sin respirar, se montó sobre ella. Abrió la caja torácica, que se sonó como lo haría un saco de nueces bajo el neumático de un autobús, y metió las manos entre sus viscosas entrañas cenicientas. Los hilos ectoplásmicos seguían arremolinados a su alrededor. La encontró. Siguiendo el plan, sin respirar todavía, metió la perla de mamá en otro bolsillo del chaleco. Grande, naranja, resplandeciente. Había algo escrito en su interior ambarino, pero estaba en algo parecido al árabe, y él no lo entendía. El cuerpo seguía retorciéndose, como un insecto mal aplastado, cuando se puso en pie y extrajo el segundo vaso de plástico. Bebió y volvió a respirar, con alivio.
Del pasillo, un grito enorme. El autómata le hizo señal de que se apresuraran. La antena de su cabeza se desplegó, evidentemente llamaba al vehículo para que viniera a buscarlos.
Avanzaron por el pasillo. Los gritos provenían del cuarto de invitados. ¿Papá había oído, o olido, o sentido lo que había hecho? Acababa de dejar la puerta atrás cuando oyó que las graves cadenas se rompían. Corrió, con más ímpetu, mientras bebía. El autómata se puso a sus espaldas, dispuesto a defenderle.
Llegaron a la puerta de entrada, y la abrieron, cuando del fondo del salón vinieron llegar a papá, corriendo a cuatro patas como un simio enorme. Gritaba, y una gruesa espuma colorada le corría por la barbilla y el cuello.
El autómata abrió fuego. Los muebles estallaron mientras el padre asilvestrado esquivaba los proyectiles con habilidad antinatural. Eduardo corrió.
Había bajado ya un trecho de escaleras, pero desde dónde estaba pudo ver al autómata salir disparado de una embestida y atravesar el rellano. Su capa protectora como de carbón se desprendió parcialmente, revelando su interior blanco y cromado. El humo negro empezaba a afectarle instantáneamente. Le brillaron más los ojos, rumbo a la sobrecarga. Se alzó, con el arma en ristre, y se abalanzó sobre papá, que empezaba a trotar escaleras abajo dispuesto a llegar hasta Eduardo. Agarrado a su lomo como una pulga, descargó las últimas balas del Kalashnikov en el ojo del padre. Casi demasiado lentamente, un chorro de sangre burdeos y burbujeante se deslizó por su rostro. Cayó, desfallecido, pataleante, sobre los escalones. Se deslizaba lentamente, como una ballena varada, pero Eduardo ya no le veía, se había puesto a bajar de nuevo.
Le echó de nuevo un vistazo cuando le oyó aullar, a sus espaldas. Desde abajo, amoritguados, sonaron otros aullidos a modo de respuesta. El Autómata, sobrecalentado por el humo negro, aprovechó el exceso eléctico que le provocaba para practurarle la mandíbula de un puñetazo. Después se agarró a su cabeza firmemente y esperó el momento de estallar.
Eduardo corrió, pese a todo, y fue una suerte. Justo cuando acababa de dejar atrás la puerta del segundo, de ella brotó quien había contestado al aullido. Una masa informe, peluda, enorme. Los perros de la vecina, fundidos en una sola forma masiva. La vecina misma estaba incluída en la amalgama, si uno se fijaba bien podía ver sus brazos colgando en el vientre de la criatura.
El ser observó a Eduardo con sus seis ojos, y las bocas dentudas babearon. Él, con cuidado de no derramar el líquido que iba bebiendo, arrancó a correr escaleras abajo. El primero, el entresuelo, la portería, el vehículo, la salvación. Ese era el plan.
Pero el ser amorfo le alcanzó entre el primero y el entresuelo. De un mordisco, le alzó por los aires y lo zarandeó. Las bocas que no estaban ocupadas estallaron en graznidos de júbilo.
Pero no estaba todo perdido. Le quedaba una oportunidad.
El ser había mordido el bidón de líquido que llevaba a la espalda, no a Eduardo.
Sin un trago para soportarlo, tomó aire y se desenganchó del bidón. Cayó, ruidosamente, y corrió. Se llevó la mano a la perla, que reposaba sobre su pecho. El monstruo tardó unos instantes en darse cuenta de lo que ocurría.
Eduardo ya estaba en la portería. Los perros le seguían de cerca. Volvió a sentir el el aliento canino a sus espaldas, a pocos centímetros. Oía las dentelladas fallidas a sus espaldas.
Incapaz de seguir corriendo así, tomó una bocanada de aire. Y de humo negro.
A pocos pasos de la puerta, las extremidades empezaron a fallarle. Cayó al suelo. Siguió respirando el humo.
El ser ocupó todo su campo visual.
Y, de pronto, el infierno. Un enjambre, una plaga de balas, que hizo retroceder al ser entre salpicaduras de sangre y lamentos de dolor.
Los autómatas, desde el vehículo, le acababan de salvar. Dos de ellos descendieron y lo tomaron en brazos. Las extemidades, de aspecto churruscado, se le habían empezado ya a rizar por culpa del humo.
Lo subieron abordo.
El médico cortó con presteza las extremidades, a penas una espiral de papel chamuscado, mientras el sumo Almirante observaba la perla que Eduardo había recuperado. Satisfecho, se volvió hacia él y le felicitó por el éxito de la misión. Eduardo le habría respondido, pero el médico estaba extrayéndole los pulmones contaminados, esperando contener la infección.
Un autómata llegó con el fuelle de apoyo mientras el Almirante se dirigía a la cabina del piloto, a usar la radio para comunicar que la misión se había cumplido.

martes, 3 de agosto de 2010

Hay una marca incrustada en mi cerebro




Todos conocemos a este chaval, que nos da la paliza en los anuncios de Coca-cola diciendo que ha eliminado las curvas de la botella, "que no servían para nada", y así le cabe más bebida por unidad. Se sube a la mesa, se acerca demasiado a la cámara, habla con su madre y nos enseña un dibujo con las archiconocidas curvas de la botella de Coca-cola.

Vivir con niños pequeños tiene, como mínimo, una cosa estupenda: una mirada mucho menos contaminada. O, lo que es lo mismo, un cerebro mucho menos amueblado. Mi hermana Núria ha convivido toda su vida con la Coca-cola, no es ningún secreto que consumo tanta que hasta mi salud se resiente, y ya de pequeña aprendió, por ejemplo, la codificación de colores que articulan y combinan las distintas variedades. Rojo=normal. Plateado=Light. Negro=Zero. Dorado (y esta es la que le interesaba a ella)=Sin cafeína.

Estábamos comiendo juntos, viendo la televisión y regando el pollo rebozado con vasos de la versión de la coca-cola que incluye lo que yo quiero y lo que ella quiere. Dorado y plateado. Light sin cafeína. Esta variedad no se ha visto beneficiada por la nueva botella extra-large, o al menos en el Caprabo todavía ponían de la otra, así que cuando pasaron el anuncio en el que el adolescente "vicepresidente" explicaba a golpe de dibujo que había eliminado las curvas, Núria pudo echarle una ojeada a la botella original.
"Carlo, esta botella no tiene las mismas curvas que la del dibujo".

La frase cayó en mi cerebro como una piedra enorme. Era verdad. La botella vieja, pese a ser más estilizada que los nuevos bidones, no tenía las curvas que mostraba el anuncio. Las botellas que las tienen son las pequeñas, de cristal, las clásicas, las que Coca-Cola ha implantado como icono en nuestro cerebro. Tenía la botella delante y era incapaz de ver que no correspondía con el dibujo del anuncio, estaba atrapado en una ilusión mediática y sólo la mirada poco condicionada de mi hermana de 7 años me pudo arrancar de ese simulacro para llevarme a la realidad. Que es, curiosamente, con lo que juega la campaña: Coca-cola decidió decirnos que "este nuevo vicepresidente de mirada desacomplejada debido a su juventud ha sacrificado las curvas de la imagen de la marca, que en realidad no sirven para nada, en beneficio del consumidor y siguiendo el sentido común" en vez de decir que "Coca-cola ha adoptado una nueva botella fea pero con más capacidad, no compreis Pepsi a un euro"
Y el plan les hubiese salido bien, y jamás me habría enterado, si no fuese porque mi hermanita le leva nueve años de ventaja al vice-adolescente.

jueves, 22 de julio de 2010

Cuando las canciones casi hablan de ti, pero no.

Es un lugar común, y también una verdad como un templo, que cuando uno se enamora "entiende las canciones". Evidentemente, esto se refiere a las canciones con sentimientos positivos, que claman el amor que siente un tipo por una tipa o cualquier combinación de estos posibles participantes. Desde cosas más sentidas o profundas a las simplemente más alegres, hay montonazos de canciones que celebran el amor.

Como la mayoría de amores son simples confusiones, el desamor es también un tema muy frecuente en el mundo musical. Las canciones que hablan de traiciones, distanciamientos, y dejes y rupturas en general son incontables...

Pero, así como cuando me he enamorado he abrazado con alegría las canciones de amor, cuando las cosas se han torcido me he visto sin posibilidad de encontrar canciones que expresen mi situación perpetua: La de relaciones que apuntaban bien pero que no llegaron a ocurrir. De algún modo, ¿Necesitaría canciones de sentimientos nostálgicos por relaciones nunca ocurridas? ¿Existen?

Aunque mi instinto me dice que no, mi experiencia dice que sí. De hecho, cuando hace unos años me enamoré de una muy buena amiga (relación que se estropeó bastante porque ella no tenía interés en nada más y yo, pese a querer conservar la amistad, no lo he superado del todo incluso ahora y me distancié) pensé que no había canciones que recogieran estas experiencias... Y, en cambio, al poco tiempo encontré que 'Seven Days in Sunny June', una canción de Jamiroquai que siempre me había gustado (y también el videoclip, que enseña una especie de vacaciones mega-ricas y de aspecto eterno) hablaba precisamente de eso: Un chico que está enamorado de una buena amiga suya y que, cuando se lo dice, es rechazado (esgrimiendo ella, en este caso, el hecho de que son amigos).



Pero... ¿Y qué ocurre con la otra parte de esta situación en la que me he encontrado varias veces? ¿La del coqueteo imaginado, la química ficticia y percibida solo de forma unilateral?
¿Y qué me ha llevado a reflexionar sobre esto ahora, teniendo en cuenta que he sido un pagafantas desde que hay fantas que pagar?

Pues, básicamente, que el otro día, en el gimnasio, viendo la Mtv Alemana, pusieron esta canción en el top 10 a las 10:



Me pareció que iba de eso. Uno se enamora, cree que todo va bien y, de pronto, descubre que no.
Parecido a lo anterior, pero sin rechazo por parte de la chica. Simplemente tu (cantante) te has montado la película y luego resulta que no.

PEEERO, al mirarme con más atención la letra, parece que le atribuye malicia a la chica. Ha jugado con el cantante, haciendole creer que tenía interés. Pese a que me hace pensar en otra cosa que me pasó hace un tiempo, no es lo que yo estoy buscando.

¿Dónde están las canciones en las que el cantante-protagonista se ha montado la película, se ha enamorado y al final ha descubierto que nada de nada pero sin malicia por parte de la chica, sin que la relación llegase al más mínimo estadio de ningún tipo y sin que se produjera efectivamente un rechazo?
¿Dónde está la canción que sí describe mi pagafantería tradicional?

Yo lo comprendo. Los cantantes han estado en más situaciones que yo, y cuando la relación ha sido real, la ruptura es más dolorosa y, supongo,las emociones más intensas, lo cual lleva a canciones más emotivas... Pero, tipos, ¡No me ignoreis! ¡Hacedme una canción!

Curial e Güelfa

Las sabias palabras del siglo XV, de autor anónimo, que abren la novela "Curial e Güelfa":

"¡O quant és gran lo perill, quantes són les sol·licituds e les congoixes a aquells qui es treballen en amor! Car, posat que alguns amats per la fortuna, aprés d'infinits infortunis, sien arribats al port per ells desijat, tants emperó son aquells que raonablement se'n dolen, que anvides pusc creure que entre mil desaventurats se'n tròpia un que hage amenada la sua causa a gloriosa fi. E si ab dret juí serà esguardat lo cas següent, jatsia que seran molts aquells qui diran que ells voldrien que així els prengués de les sues amors, emperò, sabent la certenitat de les penes de les quals aquella dolçor amarga és tota plena, e no havent certenitat de la fi si serà pròspera o adversa, se deurien molt guardar de metre's en aquest amorós ans dolorós camí."

lunes, 19 de julio de 2010

it's...

Es como un enano: pequeño y peludo, sí, pero fuerte, duro, ¡Y con un gran amor por la espeleología!

jueves, 8 de julio de 2010

El sonido en 'Marble Hornets'


Terror auditivo
El uso del sonido en la serie ‘Marble Hornets’
Carlo Gallucci


¿Qué es Marble Hornets? Una cuenta de Youtube. Una cuenta de Twitter. Un proyecto de película que condujo a un joven director amateur a la locura. El nombre que se utiliza para hablar de una serie de videos colgados periódicamente en Internet por un usuario misterioso. Un extraño caso paranormal.
Marble Hornets es una de las piezas más importantes en la articulación del mito de Slender Man, una estupenda muestra de la capacidad de las comunidades de Internet para crear contenidos originales. Slender Man, monstruo, fantasma come niños, duende acosador, es un ser inventado en Internet, cuya leyenda se ha gestado en línea y cuyos resultados se manifiestan en la red.

El ser digital

Slender Man nació en los foros de Somethingawful.com el 8 de junio de 2009, como parte de un hilo de edición de imágenes en Photoshop para crear falsos documentos de fenómenos paranormales, acompañados de una pequeña explicación realista que las contextualizase.
Pero pronto la atención de los participantes se centraría en el ser que aparecía en dos de las imágenes, del usuario Victor Surge, que mostraban a un extraño hombre de traje, extrema altura y delgadez, y lo que podrían ser tentáculos, en el fondo de fotos de grupos de niños desaparecidos misteriosamente.
Fue bautizado como Slender Man (hombre esbelto), y muchos de los participantes en el hilo dejaron de interesarse por hacer sus propias fotos paranormales y se volcaron en ampliar la historia con nuevos “documentos”, tanto escritos como visuales, cuyos aspectos se mezclarían, perfeccionarían o eliminarían, tanto en Something Awful como en otras páginas de Internet, para crear una especie de “canon” de este mito.

Finalmente aparecieron dos grandes narraciones (hasta entonces se habían hecho imágenes y pequeños textos, más sugerentes que completos) sobre Slender Man, ambas a medio camino entre la narración interactiva y el juego de rol, que explotan los mecanismos narrativos propios de Internet y que toman la forma de falsos documentos personales. Por un lado, Just another fool, en el que un hombre indaga, en forma de blog, sobre el descenso a la locura y la muerte de su hermano. Por el otro, la obra que nos interesa, Marble Hornets.

Youtube Lovecraftiano

El 20 de junio de 2009, 12 días después de la aparición de Slender Man en los foros de Something Awful, el usuario MarbleHornets colgó un video en Youtube. Se titulaba, simplemente, “Introduction”, y la descripción decía que “0”.
Pocos podían imaginar que, a partir este video críptico, en el que un narrador explicaba, exclusivamente a base de subtítulos, que había empezado a ver las cintas de video que un amigo suyo había abandonado años atrás, se desplegaría una larga historia de misterio y terror relacionada con el monstruo del que hemos estado hablando y que, en el momento de escribir este artículo, sigue todavía en marcha.

Heredera del estilo The Blair Witch Project, el personaje detrás de los videos de MarbleHornets, un tal “J” o “Jay”, empieza a investigar la ingente cantidad de cintas que su amigo Alex, con el que había estudiado cine, le había legado tras mucha insistencia por parte de J, puesto que la intención original había sido quemarlas.

Progresivamente, descubre cómo su amigo, al buscar localizaciones para grabar su proyecto de estudiantes (un film titulado Marble Hornets), se había internado en el territorio de Slender Man. Tras algún contacto fortuito, el joven cineasta empezó a investigarle activamente… pero hay conocimientos sobre horrores antinaturales que no están destinados a los humanos corrientes. Pronto, bajo el influjo de un furioso Slender Man, Alex empezaría a enfermar, sentirse acosado y a perder la cabeza y la memoria. Finalmente, para salvarse, lo abandonaría todo para intentar empezar una nueva vida en otro estado.

J, en su investigación de lo ocurrido a Alex, ha cometido el mismo error que éste. Slender Man empieza a manifestarse a su alrededor, su salud empieza a degradarse y, como a su amigo antes que él, la paranoia le lleva a grabarse en video durante las 24 horas del día. Pero, ¿Por qué razón? ¿Qué es lo que buscan los personajes al captarse en video? ¿Qué papel tiene el rodaje de imágenes en esta historia?

En la grabación está el éxito

Aquí radica una de las claves de este cruce entre webseries y juego de realidad alternativa, en el protagonismo de la grabación, como tema y como mecanismo. Los actores tienen un talento modesto, las localizaciones son simplemente adecuadas, los efectos especiales, primitivos… Los recursos del creador o creadores de Marble Hornets son muy limitados, pero le sacan todo el partido a lo que tienen gracias varios elementos relacionados con la grabación, de los que mencionaré tres, que refuerzan la atmósfera y la sugestión de peligro.

El primero, la cámara diegética. El estilo de la bruja de Blair, con esta narración en la que el campo de acción de la cámara está limitado al del propio operador, que ocupa un espacio físico determinado y forma parte de la diégesis, implica que el elemento sobrenatural está oculto en las imágenes. Al no presentársenos de forma privilegiada un punto de vista sobre el monstruo o la acción, el visionado se convierte en una especie de mezcla entre un juego de descifrar lo que vemos y un siniestro Dónde está Wally, muy parecidos a lo que hacen los propios personajes durante toda la obra.

El segundo elemento es el maltrato del video. Se trata de uno de los grandes aciertos de la serie, puesto que no suele mostrar al monstruo, pero el espectador siente su presencia continuamente porque la cercanía de Slender Man a un aparato de grabación produce una distorsión del video (en general, cuanto más acusada, más en la boca del lobo se encuentra el personaje) que es tanto siniestra por sí sola como en el contexto de la historia.
Genera terror y suspense, puesto que el espectador percibe a Slender Man, pero el personaje/operador de la cámara no la podrá conocer hasta que visione la cinta que en esos momentos está grabando. Sin tener que invertir en complejos efectos especiales, usando simplemente el programa de edición que se habría usado de todos modos para montar los videos, los cineastas consiguen que el monstruo esté siempre presente del modo más inquietante.
La distorsión también afecta al audio, que es una parte más del tercer elemento que Marble Hornets utiliza con gran efectividad, el que de verdad nos interesa en este artículo: El sonido.

El sonido del monstruo mudo

Slender Man ha habitado, desde su creación, la imagen fija y el texto escrito, por lo que es en Marble Hornets dónde se inventa la forma de relacionarlo con el sonido. Podría haber sido un simple elemento anecdótico, pudiendo inventarse alguna clase de leitmotiv musical, o de ruido característico para el personaje. Quizás una voz inquietante. Pero esta serie va más allá.

Para empezar a darse cuenta, sólo hace falta ver el capítulo 0, “introduction”.
Paisajes grabados desde un coche. Una narración escrita en la pantalla en vez de enunciada. Un ambiente sonoro neutro, parecido al que se oye en el interior de un automóvil que circula por la autopista. De vez en cuando, los textos sobreimpresos asumen su forma dominante a lo largo de la serie, la de intertextos sobre fondo negro y en completo silencio.
La posibilidad apuntada más arriba de tener un leitmotif musical queda completamente descartada: el estilo de esta ficción, que imita el documental y el material encontrado, hace que todo el sonido sea diegético. Esto se ve reforzado por la elección del narrador de no dirigirse al público “sonoramente”, sino a través de textos sobreimpresos en la imagen y, su forma más frecuente de comunicación, a través de intertextos completamente mudos. Todo el sonido de la serie es “real”, y no depende de ninguna clase de manipulación posterior.

Este elemento, que en este capítulo no parece tener ninguna importancia, es básico para el funcionamiento de la serie. Como se ha dicho anteriormente, la presencia de Slender Man (o de elementos afectados por sus poderes) causa algunas distorsiones en la grabación, en el video y en el audio. Desde mínimas degradaciones de la calidad hasta completas demoliciones del sonido de las voces, que se ven reducidas a grotescos gruñidos electrónicos e interferencias metálicas, la película prácticamente agrede al espectador, volviéndose desagradable y dificultando la interpretación de lo que capta la cámara de video en presencia del monstruo.
Y por ello es muy importante saber que nuestro narrador, por mucho que podamos desconfiar de su capacidad para reconstruir y contar lo que pasó con Alex y lo que le ocurre a él, intenta ser fiel a la realidad y no manipula el material para asustarnos y engañarnos. Su intención de documentar es sincera, y lo que le ocurre durante la serie es auténtico y lo convierte en víctima inocente del quídam misterioso alrededor del cual gira la historia.
Recuperando la idea del leitmotiv musical, imposible en esta ficción de inspiración Dogma, el efecto de estas distorsiones es tan o más eficaz que la música que acompaña la presencia del tiburón de Spielberg. Slender Man no tiene una canción temática, pero sí una especie de leitmotiv sonoro.

A medida que se siguen visionando los episodios, la verdadera magnitud de la importancia del sonido en esta serie se va haciendo cada vez más y más evidente. En el segundo episodio, nos niegan el sonido. La imagen en movimiento, sin sonido, siempre es inquietante, pero en este caso, todavía más. La cámara en manos de operadores que no están siempre atentos a estar grabando en condiciones los misterios que los rodean sirve para que, gran parte del tiempo, la imagen no muestre nada. Suelos, oscuridad, paredes… la acción pasa fuera de campo, donde el personaje que sujeta la cámara está mirando. El sonido es la única pista sobre lo que ocurre. Excepto cuando se deforma demasiado, cuando pasa a ser un chisporroteo eléctrico ininteligible. Es entonces cuando la imagen llega al rescate, aunque distorsionada, para crear una variante aún más siniestra de la imagen muda: la imagen con sonidos grotescos que, de distorsionados, no parecen provenir de lo que se ve. La imagen inquietante envuelta en un paquete sonoro que asusta. Y, si no fuese por este último elemento, esta ficción depende tanto del sonido que no sería difícil imaginarla funcionando adecuadamente como una radionovela, quizás basada en un audiodiario, o el producto de algún otro aparato de grabación de sonido portátil personal.

Cimientos sonoros
En el video cero, nos presentan los intertextos. En el uno, el silencio forzado. En el dos, el “videodiario”. En el tres, el sonido diegético, “vacío” de contenidos, como fuente de suspense. Y en el cinco, después de otro video en silencio, las distorsiones pavorosas. Un goteo de herramientas sonoras que nos mete poco a poco en el mundo de Slender Man, acrecentando nuestra sed de respuestas y nuestra inquietud. Y lo hace, básicamente, con el sonido. Poco a poco, a partir de ese momento, los recursos parecen mezclarse de formas distintas. Quizás en un video tenemos sonido diegético “vacío” que, de pronto, se llena de sentido cuando se distorsiona: el monstruo está cerca mientras los personajes se dedican a hacer nada, despreocupados. O quizás hablan a cámara, en forma de videoblog, hasta que de pronto en sonido se interrumpe. O el diálogo oculto por la distorsión pasa a ser comprensible de nuevo, y los espectadores respiramos tranquilos.

En todo caso, Marble Hornets es una obra basada en el sonido. Sus autores han tomado un exitoso elemento de la cultura de Internet, han asumido sus reglas básicas, y lo han hecho crecer no solo con un buen argumento, sino con unas elevadísimas y muy acertadas dosis de creatividad en la realización y, sobre todo, el uso del sonido como medio narrativo, como base de la historia, como recurso de creación de un mundo y como forma de llenar de terror a los espectadores, contando con actores mediocres y con unos medios para crear efectos especiales que harían reír durante días a cualquier ejecutivo de Hollywood… hasta que viese el resultado. O, aún mejor, cuando lo oyese.