miércoles, 13 de julio de 2011

Warming

Otro sueño.

Llego, de traje y corbata, al nuevo piso. Es una fiesta de inauguración, y los demás ya estaban allí, amigos y conocidos, circulando, charlando. Un par de mis amigos más cercanos están juntos, y uno me indica que ella está en una esquina.
La veo, sentada. Lleva el vestido negro, los zapatos de tacón y el pelo recogido.
Me acerco a ella, y me dedica una mirada vacía, dirigida al espacio a la derecha de mi cara. No sé cómo hablar con ella. La ayudo a levantarse, tomándole la mano. Mientras le digo que me alegro mucho de verla después de tanto tiempo, y como no reacciona ante mi evidente intención de besarla para saludarla, acabo besando sus nudillos.
"¡Idiota!" me digo "¡Va a pensar que eres un loco obsesionado!"
Y, efectivamente, se aleja incómoda a hablar con uno de mis amigos.
La sigo, le pregunta a al amigo en cuestión si ahora que ya he llegado yo y la fiesta ha empezado oficialmente, y por lo tanto, la inauguración ha sido oficial, se puede ir. Tiene otra cosa que hacer, y otra gente con la que estar, ya se había comprometido.
Mi amigo le dice que espere un momento, y ella se queda de pie, impaciente, sin mirarle ni a él ni a nadie. Juega a algo en el teléfono.
Comento que hace calor.
Ella, sin apartar la vista de la pantalla, me dice que si quería estar fresco, venir a la fiesta con corbata y manga larga no ha sido buena idea.
"No te preocupes," contesto "que me puedo arremangar... Y sabiendo como soy en las fiestas, en un rato la corbata pasaré a tenerla aquí" -y me señalo la frente.
La única mirada que me dedica en toda la noche. La única vez que tiene el rostro relajado. Se ríe de mi pequeña broma. Pronto, se siente incómoda de nuevo y se dedica al juego otra vez.
Hablo con otro de mis amigos. De pronto, el primer amigo da permiso a la chica para que se vaya: la inauguración -no sé exactamente por qué- ahora ya se ha completado de verdad.
Se marcha, aunque le pido que espere, que hace mucho que no nos vemos y que echo de menos hablar con ella.
Poco después la sigo afuera.
El piso está en un hotel. La veo, al fondo, más allá de las paredes transparentes que limitan el restaurante de lujo de este hotel.
La sigo, me cruzo con personalidades del mundo periodístico -no sé si reales o inventadas para el sueño- y a penas logro ver como ella se marcha por la puerta trasera, corriendo.
Salgo a la calle, y la veo, al fondo, huyendo a la carrera hacia su otra cita.
Camino por esta calle grotescamente blanca, intentando alcanzarla. Desaparece, no sé por dónde ha podido marcharse.
Empieza a llover, una lluvia caliente y poco intensa. He perdido su rastro entre una farmacia, con sus señales luminosas, y el neón de un restaurante chino, el lugar donde nos presentamos al conocernos.
La busco, no la encuentro, hay gente que camina pero ninguna es ella. Pasa una ambulancia.
Por el comunicador de pulsera, mi amigo me dice que ella ya se ha ido, que me olvide, que vuelva a la fiesta, al nuevo piso.
"Es curioso" le digo "pero con estos neones, y las luces de la farmacia, y el ruido y las luces de la sirena, y la lluvia... esto es como Blade Runner"
Y las palabras de mi amigo tienen sentido en mi cabeza, y la tensión que llevaba atenazandome el pecho desde el principio del sueño se disipa, y me alegro de la fiesta, del piso, de mis amigos y del escenario Blade Runner.
"Ya se ha ido, olvidala" me llena, como un bálsamo, como un té caliente en un día helado. Disfruto del momento y de la lluvia tibia, y del masaje que conlleva este consejo. "tiene sentido", me digo a mi mismo.

Y desperté con el ruido de un club de pájaros estruendosos y un anticuado camión de la basura italiano, sintiendo todavía el regusto de esa sensación.

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