domingo, 9 de mayo de 2010

LL LL

¿Qué? Sí, yo una vez me había enamorado de una chica, sí. ¿Qué? No, no. No sé cómo se llamaba. Me cuesta mucho recordar, ya lo sabes. El accidente. Espera. No sé, a lo mejor la conoces. Era alta. Sí, alta. O, espera. Era bastante menuda. Muy delgada. O no, no tanto. Espera, espera, espera que haga memoria. ¿Físico de deportista? ¿Piernas torneadas por el ejercicio? No lo sé. Pero sí me acuerdo de que tenía un cuerpo lleno de curvas. O solo algunas. Aunque, si me haces pensarlo mejor, recuerdo que era seca como un palo. Delgada y huesuda. A nadie más parecía gustarle. Excepto a mi amigo, ¿Como se llamaba? Ese que también estaba gordo. Hace años que no le veo.
Pues le gustaba la chica delgada, con el pelo muy muy rizado. De voz siempre afónica, creo. No estoy seguro. Quizás me equivoco, me parece que tenía una voz normal, quizás suave. ¿Sabía hablar francés? ¿Le costaba pronunciar alguna letra? Y, ahora que lo pienso, quizás sí le gustaba a más gente. Quizás era muy guapa, sin rizos, sino con el pelo largo y rubio y los ojos azules. O, morena. Muy morena. Pero largo y liso.
Estoy muy confuso. Sí, sí, gracias, me estoy acalorando. No, no te lo lleves, masticaré los cubitos. Sí. Me parece recordar que era pelirroja. La cara llena de pecas y... ¿Es posible que tuviese una nariz enorme? ¿Ojeras profundas y perpetuas? ¿Dientes amarillentos? No, no. Era una gran cicatriz en la mejilla, que brotaba de la comisura del labio. Pese a todo, no me importaba: Esa chica me gustaba mucho.
¿Cuando? Qué preguntas tan dificiles. Sabes perfectamente que me cuesta recordar. Creo que empecé a enamorarme en un trayecto que hicimos juntos en autobús. Coincidimos, yo iba a ver a mis amigos... ¿Y como nos conocíamos de vista, charlamos? Ay, no sé. Me parece que hablabamos, y que mis chistes le hacían gracia. ¿Sabes que era muy chistoso, antes del accidente? Todos me lo dicen. De pronto, se rió. Y, como en una película paródica, el tiempo se ralentizó como parece imposible que lo haga, y todo el mundo desapareció menos ella, y su risa, y sus dientes blancos y su pelo dorado. La luz se reflejaba en esa melena de una forma impresionante. Aunque, por otro lado, creo que estábamos casi a oscuras. ¿En una discoteca? Yo estaba borracho como una cuba, nervioso por mi constante ansiedad social. Y entonces... entonces creo que me prestó sus lápices de colores, para que pudiese hacer los deberes de inglés. Siempre fui olvidadizo, incluso antes de que me ocurriese nada raro.
Si no me equivoco, bailamos. Una especie de extraño vals agarrado, aunque la música era pop de principios de los noventa. Más bien, pachangueo de ese que odio. Pero estaba ella, y bailamos un poco, y hasta me abrazó. Pasé meses sin hablarle, por vengüenza. Me dijo que por navidad no le hacía falta otra cosa que yo. Que no tocasen mis dibujos, que lo estaba haciendo muy bien. No, no es nada. Me he mareado. Se me arremolinan ideas y recuerdos. Sí. Sí, gracias. También con cubitos esta vez.
Ah. En fin, estaba muy enamorado. Intentaba pasar mucho tiempo con ella. Qué chorradas que hice. Qué molestias me tomé. Cuantos quebraderos de cabeza... ¿Que si se lo dije? ¡Claro que sí!
¿O quizás no?
¿Creo que se enteró? ¿Le escribí un poema? ¿Le hice un regalo? ¿Nunca llegué a hablarlo con ella? No sé. No sé.
De verdad que no lo sé. Al final, me dijo que me confundía. Que éramos solo amigos y que ella suele tratar a todo el mundo así. Más bien, dejó de relacionarse conmigo. Me ignoraba. Se dedicó a humillarme: Debía demostrar que, aunque, como sabían todos, me gustaba a mi, ella no sentía el más mínimo aprecio por ese marginado, ese chico tan raro. El gordo. El listo. El friki. ¿El calvo? ¿Ya estaba calvo entonces? Supongo que sí, parece ser que pierdo pelo desde los catorce...
¿Cambiar de tema? Yo no cambio de tema. Simplemente, ya lo sabes, no solo me cuesta recordar, sino también concentrarme. Sí, todo desde que tuve el accidente.
¿De qué hablas? ¿Qué estás diciendo? ¿Que no sufrí ningún accidente? ¿Que, simplemente, no quiero recordar?

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