viernes, 3 de diciembre de 2010

Sueños, de nuevo.

Un pequeño y anticuado vestuario. En este episodio, el de las mujeres estaba en obras, y Jerry, George y Kramer ofrecían a Elaine compartir el de hombres. Ella, con sonrisa sarcástica, aceptaba, pensando que ellos tendrían mucha vergüenza.
No la tenían. Empezaban a cambiarse, como si nada, y a pasar a la ducha por turnos, mientras Elaine se sentía tremendamente incómoda, pero no quería demostrarlo. Mientras todo esto ocurría, un George tapado unicamente con una toalla hacía varias cosas, como llamar por teléfono o peinarse, con objetos que momentáneamente parecían penes, hasta que se descubría que no.
"George, debo decirte que me gusta como, en este episodio, te hacen sacar todas estas cosas para captar de pronto la atención del público. '¿Se están atreviendo a enseñar el pene de George en antena?' y bam, no, era un teléfono. Muy gracioso"
"¡Sí, es cierto, nuestros guionistas son buenísimos!"
Entonces Elaine estallaba, diciendo que esto era intolerable, que que amigos se cambiasen juntos en un vestuario no era normal, y que estaban simulando comodidad solo por no admitirlo y dejarla mal a ella.
Mi turno para ducharme ya había llegado, ahora que Kramer había regresado de debajo de la ducha. Me metía, con una toalla al cinto, mientras él le contestaba a Elaine con su desparpajo habitual.
La ducha era, en realidad, un sistema subterráneo de salas embaldosadas. Al llegar a cierta puerta, semiabierta, te veía dento, eso sí, completamente tapada con una toalla. Nos veíamos, y te sorprendías, pero no me dejabas acabar de disculparme por haberme equivocado y haber entrado en las duchas durante tu turno. Le quitabas importancia al asunto con ese tono y esa mirada gacha que usas siempre para demostrar desinterés.
"Toma, tu duchate aquí" decías mientras me encendías la ducha de un manotazo, pegándome al cuerpo con el agua la toalla que llevaba puesta "que yo ya me iré a la sala del agua caliente".
Era un pequeño edificio de una planta lleno de vapor que, por alguna razón, se llamaba 'sauna alemana'. Y, sí, he dicho edificio. Más allá de la esquina donde te había encontrado, se extendía una enorme sala de duchas completamente desproporcionada. Era, de hecho, una versión embaldosada y con techo de una cancha de basket, no muy distinta de la que hay frente a la biblioteca de mi alma mater, pero con duchas de vestuario en las paredes. Incluía a la población marginal que acude a la versión real del lugar para encestar un rato. Y, al fondo, el edificio.
Te veía alejarte, entre la muchedumbre, perfectamente distinguible porque eras la única de blanco (por la toalla) entre una multitud de ropajes callejeros. Pero de pronto, desaparecías. Me había distraído una chica vestida también con una toalla, pero que encima llevaba una sudadera azul cielo. Por un instante creí que eras tu, lanzando la pelota. Pero no. Era una muchacha de piel muy morena y larga melena, que jugaba al basket con amigas de constituciones completamente distintas.
Nunca te veía llegar a la 'sauna alemana', pero imagino que es allí donde estabas.
De entre la multitud, un negro ochentero, alto y delgado como un poste de teléfonos, se acercaba con andares elásticos. Llevaba una gorra ridícula y un chándal chillon, fucsia, verde y amarillo pese a ser solamente azul marino. En vez de hablar, rapeaba, y pese a que las palabras que yo oía no eran amenazantes, sabía que estaba marcando territorio porque la chica a la que miraba, la de la sudadera azul cielo, era su novia. Me asustaba este gigante enfadado y pendenciero, y me sentía indefenso desnudo y empapado, lejos del vestuario y sin saber dónde estabas después de tu desaparición. Y Sabía que rap habría sido una clara amenaza de haberlo escuchado en versión original, pero el doblaje era malísimo.

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